A lo largo de la historia se va perdiendo la memoria de las enseñanzas antiguas, que muchas veces está plagada de contradicciones y, aunque nos equivoquemos, queda el poso que hace que nos vayamos renovando y reconduciendo nuestro caminar por el mundo, para cambiar lo que somos.

En 1974 el paleoantropólogo Donald Johanson y su equipo encontraron en uno de los puntos más calientes de la tierra en la actualidad, en un lugar remoto de Etiopía, en la región de Afar, un pequeño hueso del codo de un ancestro humano. Siguieron excavando y hallaron partes de un cráneo, de una mandíbula, y un par de vértebras.

Tras estudiarlos, comprendieron que se trataba de los restos de una mujer, los más antiguos conocidos hasta el momento, de unos tres millones y medio de años.

Hoy se pueden contemplar en una vitrina blindada en el Museo Nacional de Adís Abeba, en Etiopía, en la actualidad uno de los países más pobres de la tierra.

Mucho antes, un día de 1967, el hijo de John Lennon, Julian, llegó a casa del colegio con un dibujito de una niña rodeada de estrellas y, cuando le preguntaron quién era, contestó, “Es Lucy en el cielo con diamantes”. Entonces los Beatles compusieron su canción “Lucy in the Sky with Diamonds” (Lucy en el cielo con diamantes).

Y por esa canción, Johanson le puso ese nombre al fósil de nuestros antepasados.

También se dedujo, que había comido vegetales y andaba erguida, como nosotros, por lo que fue considerada el estado intermedio entre simios y humanos, es decir, el antecedente del homo sapiens.

Se sabe que, en épocas prehistóricas, esa región estuvo cubierta por mares infinitos, pero hoy es un infierno, un vasto desierto de arena de temperaturas extremas, habitado por la tribu Afar de pastores nómadas, que, curiosamente, apenas dejan rastro donde se asientan.

La dignidad, como cualidad totalmente individual, basada en el reconocimiento de que toda persona merece respeto, sin importar cómo sea

Está catalogado como uno de los lugares más volátiles del mundo, ya que se encuentra en el cierre de tres placas tectónicas que se están separando lentamente, a una velocidad de dos centímetros por año. En un punto de acceso, el magma se encuentra solamente a tres kilómetros y medio de la superficie de la tierra.

Para conseguir agua siguen el rastro de las nubes, los ancianos defienden que, la sal es su tesoro y “el agua es la ley más fuerte”.

Los Afar siempre van ligeros de equipaje. Sus bienes más preciados, además de los camellos, aunque cada vez quedan menos, son el jilé o machete curvo que llevan al cinto los hombres, y los bidones de plástico que usan para acarrear el agua de los pozos.

Entre sus poemas, que los recitadores pasaron de generación en generación, definen así la felicidad: “Cuando todo sólo es agua, salud y una sombra”. (Con que poco se conforman).

Por allí anduvieron Rimbaud, el viajero empedernido, traficando con armas y con esclavos, mucho después de escribir una de las mejores obras de la literatura: Una sesión en el infierno, y también el extraordinario Kapucisnky, que fue uno de los primeros en darle visibilidad a este pueblo en sus libros.

En nuestros días, Silvia López de Lacalle ha escrito un precioso libro titulado, Expedición al volcán de sal, donde nos describe su aventura en Dallol con los Afar, viviendo al lado del volcán etíope del origen de la vida más antigua conocida, cubierto de sal, ácido, vapores y magma supurante, para recordarnos de dónde venimos.

Allí, en el desierto de Danakil, estuvo estudiando la naturaleza y pintando unas bellísimas acuarelas, que aparecen en el libro, donde se encuentran depósitos de sal que se empezaron a formar hace millones de años.

Lo curioso es que, son los respiraderos subaéreos más bajos del mundo, están a 45 metros bajo el nivel del mar y forman unos estanques y unas llanuras de intensos e irisados colores, que recuerdan paisajes nunca vistos.

Las mujeres Afar caminan muchos kilómetros, para llevar a sus hijos a que los curen de enfermedades diversas y de desnutrición médicos que organizaciones humanitarias.

La dignidad, como cualidad totalmente individual, basada en el reconocimiento de que toda persona merece respeto, sin importar cómo sea, es la base de la filosofía de este pueblo, aunque hace muchos años, para sobrevivir tuvieron que guiar a los traficantes de esclavos por el desierto.

En un canto Afar muy antiguo, se decía: “A aquellos que codician esta tierra les decimos: nosotros somos sus primeros habitantes. Llevamos el árbol de la dignidad sobre nuestros hombros”.

Podríamos aprender un poco de todo esto, cuando aún estamos a tiempo. Nos sentimos los dueños del mundo y nuestro respeto por la naturaleza decrece, parece que no fuéramos responsables con nuestro comportamiento de que se seque y se envenene y, como consecuencia de todo ello, cada vez nos vaciamos más por dentro sin enterarnos.

La historia de los Afar es una parte de nuestro principio conocido más antiguo, por el momento, y también del futuro que nos espera.

Tal vez por eso, ahora andan los científicos como locos, intentando buscar la primera luz del universo para entender enigmas, a los que no se encuentran respuestas y para poder colonizarlo, el día que la tierra deje de existir.