El PP debería plantearse meter al ministro de Consumo en nómina. Cada vez que habla Alberto Garzón sus palabras se convierten en munición electoral para los de Casado, Mañueco y compañía. Cuando Dios repartió el don de la oportunidad, el líder de Izquierda Unida estaba en el servicio o enfrascado en su unión con Podemos. Sea como fuere, el caso es que si don Alberto hace declaraciones u organiza alguna campaña desde su ministerio sube el pan. O sea, que la lía, ya sea con el azúcar, con el consumo de carne, con los juguetes. Durante días se convierte en protagonista de la actualidad, aunque no por su gestión, sino por sus frases. Las de ahora han acabado con el espíritu navideño antes de tiempo. No habían llegado los Reyes Magos y ya Mañueco se relamía con el inesperado regalo que le había dejado, fechas atrás, el señor Garzón con su entrevista en un periódico inglés. Oro puro. Incienso para envolver sus autoelogios. Mirra para tapar los malos olores de los procesos judiciales en ciernes. Así que dentellada a la yugular y a no soltar la presa hasta el 13 de febrero. Y a mandar a todos sus alcaldes, diputados, concejales y demás gentes de orden que sacudan estopa no solo al ministro de Consumo, sino a todo el Gobierno y especialmente a Pedro Sánchez. ¿Qué Garzón es de la cuota de Podemos y la parte socialista no está de acuerdo con él? Y, ¿y qué? La guerra es la guerra.

Las declaraciones de don Alberto son, como mínimo, inoportunas, desafortunadas y confusas. Inoportunas porque no era momento ni lugar para soltar algunas afirmaciones más que polémicas. Desafortunadas porque, quiera o no quiera, pueden hacer un daño considerable al sector ganadero español, necesitado de ayudas y comprensión y no de piedras en el engranaje. Y confusas porque el señor ministro mezcla churras con merinas y no distingue el ganado estabulado de las macrogranjas o, en el otro extremo, de la ganadería extensiva. Además, ¿qué se considera macrogranja?, ¿dónde está el límite? Una persona que proyecte instalar una granja (sin macro) en su pueblo necesita un número alto de cerdos para hacerla rentable. El responsable regional de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), el zamorano Aure González, hacía unos cálculos esclarecedores: el primero 1.000 cerdos cebados, para pagar la nave; los segundos 1.000, para costes (piensos, luz, etc) y los terceros 1.000, para empezar a ganar algo. Con solo 50 ó 60 animales no se embarca nadie en la aventura. ¿Es macrogranja o granja a secas la que tiene que hacer este ganadero para vivir de ella y quedarse en su pueblo? Está bien que el señor Garzón se oponga a macrogranjas industriales con sus toneladas de purines y su contaminación, pero ¿qué hacemos con las otras granjas?

Cuando Dios repartió el don de la oportunidad, el líder de Izquierda Unida estaba en el servicio o enfrascado en su unión con Podemos

Claro, don Alberto, que todos estamos de acuerdo, incluidos sus detractores, en ensalzar la ganadería extensiva frente a las macrogranjas (ojo, no frente a la estabulación o semiestabulación de, por ejemplo, las vacas lecheras). Pero, ¿cuánta ganadería extensiva de marranos conoce usted? Algunas dehesas salmantinas, extremeñas y andaluzas y poco más. Y claro que esa carne es mejor que la de los cerdos de granja, pero no todos podemos permitirnos jamón de bellota. Y esa carne ni es de mala calidad ni, en general, procede de animales maltratados. Además, señor Garzón, los que le jalean a usted por aquello del ecologismo son los defensores a ultranza del lobo, que se está cargando la ganadería extensiva de ovejas, cabras y terneros. ¿En qué quedamos? Como dicen en mi pueblo, ¿en la burra o en los cinco reales.

A mi juicio, las declaraciones del ministro son, repito, inoportunas, desafortunadas y confusas, pero las reacciones suscitadas me parecen exageradas y más movidas por la próxima campaña electoral que por el daño que puedan hacer a la ganadería española. La oposición, sobre todo el PP, ha encontrado un filón. Y muchos socialistas se han subido al carro ante el temor de un posible coste electoral en el mundo rural. Me temo que este asunto va a ser una de las estrellas ante la cita del 13-F. Y quizás se imponga a otros problemas más graves: la situación sanitaria y la despoblación. Por cierto, ante las palabras de Garzón, ha dicho el señor Mañueco que él y su partido siempre defenderán a los pueblos. Hombre, llevan gobernando aquí 34 años y los pueblos de Castilla y León no han hecho más que perder habitantes. Repase los censos. Si eso es defensa, quizás convenga más un ataque. Otro brindis al sol.

De modo, don Alberto, que aclare sus palabras y no añada más confusión. Y no sea tan ingenuo. Pensar que Casado no iba a sacar tajada de sus palabras es como creer que los niños vienen de París. Y parece ser que no es así.