La noche de Fin de Año, los teléfonos echaban humo. Afortunadamente, en el momento de retransmitir las campanadas, desde la Puerta del Sol, llena con respecto al año pasado, pero vacía con respecto a otros años, la euforia telefónica se detuvo. Unos y otros nos dábamos así, una tregua y la oportunidad de poder elegir el canal desde el que seguir un año más ese sonido que forma parte de las tradiciones navideñas.

Sin duda alguna, no hay quien haga sombra a la 1 de TVE. La sobriedad, el buen gusto, la elegancia, el glamur, el saber ser y estar, personificados en Anne Igartiburu, hoy por hoy, no lo iguala ninguna otra presentadora. Vestida de rojo, su color fetiche, Anne lució el diseño de Lorenzo Caprile como si de una consumada modelo se tratara. Estaba espléndida, maravillosa. Junto a ella, debido al positivo en Covid de Ana Obregón, un Jacob Petrus, estupendo que hace siempre buen papel, presente lo que presente.

Lo que más me atrae, lo mejor, todos los años, está en el mensaje de Anne, con quien tuve el gusto de compartir pan y palabra, en la boda de una amiga común, aquí en Zamora, junto a Igor Yebra. La presentadora no se olvida de nadie, fundamentalmente de los más vulnerables, de los solos, de los afligidos, de los ancianos y de los niños, de las mujeres que sufren el estigma del maltrato y, como no, de los voluntarios de todos los sectores.

Existen unos voluntarios por los que siento un respeto y una admiración imponente, que todos los años quedan reflejados en las palabras de la presentadora vasca. Me refiero a los misioneros. Ningún canal hace referencia a ellos, excepto la 1, gracias al recuerdo entrañable y cariñoso de la Igartiburu. Cómo me alegra ver que hay personas, en este caso famosas, que valoran el trabajo de estos hombres y mujeres de Dios, que se reparten por el mundo, que en caso de conflicto, mientras los demás abandonan, ellos permanecen, aunque pueda costarles la vida.

Las misiones han dado muchos santos. Desde Pablo de Tarso hasta nuestros días, los misioneros han ocupado y ocupan un lugar preferente en la Iglesia Católica. A la luz de la palabra continúan realizando un trabajo ímprobo para cuya consecución les hacemos falta, mucha falta, para hacer frente a las necesidades espirituales y materiales de los pueblos y las iglesias del mundo entero y para la salvación de todos. Como creyente, como católica convencida, quiero dar las gracias a Anne Igartiburu por tener presentes a nuestros misioneros en esas palabras de gratitud que ella ha convertido en mensaje de amor y solidaridad.