Ha sido la casualidad apoyada en la lectura de un reciente libro de Emilio Lamo de Espinosa titulado “Entre águilas y dragones, el declive de Occidente” y en algún artículo periodístico aparecido en la sección Internacional el que me ha descubierto una verdad que está con los españoles desde siempre, que es el escaso interés que el mundo exterior despierta entre nosotros en general y en nuestra clase política y mediática en particular, es decir, en la sociedad española. ¿Recuerda alguien cual fue la última consulta electoral en la que se comentó algún tema de política exterior? Esto es especialmente visible respecto a la Unión Europea, que desde hace años viene reclamando un mayor papel para nuestro país, especialmente desde la salida del Reino Unido.

Al parecer, los frentes principales de España en política exterior que están configurados actualmente son: la Unión Europea, nuestro marco político; la OTAN, que es nuestro marco militar de defensa y seguridad, con el enorme papel que juega Estados Unidos, y que acaba de pasar por una gran incertidumbre con el anterior presidente Trump. El tercer frente lo juega el conocido vector atlántico, es decir, América Latina, apoyado en nuestro pasado histórico y en una lengua común y, por último, el frente más complicado como vemos cada dos por tres, la frontera con Marruecos, que además tiene dos enclaves complejos y casi imposibles de defender en Ceuta y Melilla, que están fuera del paraguas de OTAN en caso de agresión. Este es el marco de toda nuestra política exterior en estos momentos.

Por lo que he leído, ya que no me considero un experto en este tema, aunque me atrae significativamente, el frente europeo dentro de la Unión Europea no vive sus mejores momentos debido a varios factores: La Gran Recesión de 2007 que requirió grandes ayudas económicas desde Europa a nuestro país, la crisis catalana tan mal gestionada en 2017 que consumió mucha energía y ahora tenemos encima la COVID19, que supone más recursos para este Sur de Europa, periódicamente en crisis profunda. Siempre pidiendo y necesitando ayuda del norte.

Nuestras relaciones con América Latina parece que llevan tiempo debilitadas. Siempre han sido más de mucha verborrea que de hechos prácticos

Con la OTAN, aún estamos pasando una crisis importante con Estados Unidos. Cuando nos extrañamos de los escasos segundos que dedicó Mr. Biden a nuestro actual presidente de gobierno hace poco o los desplantes de mala educación de Mr. Trump al Sr. Sánchez, mandándole casi sentarse y que no entorpeciese su camino, nos olvidamos de las decisiones y gestos del anterior presidente Zapatero con la precipitada retirada de las tropas españolas de Irak que tan siquiera esperó a la resolución de Naciones Unidas del 30 de junio. Fue percibido como una traición a los Aliados. Y para colmo este mismo presidente insultó a la nación americana y su bandera negándole el saludo en un desfile militar celebrado en Madrid. Desde entonces ningún presidente americano se ha dignado a pisar tierra española ni nos recibe en Washington.

Nuestras relaciones con América Latina parece que llevan tiempo debilitadas. Siempre han sido más de mucha verborrea que de hechos prácticos. Los entendidos dicen que ese frente solo puede ser fuerte y eficaz si los dos pilares, Unión Europea y Estados Unidos junto con España funcionan correctamente y ahora no es el caso.

Por último, la frontera con Marruecos, como ya hemos dicho, es nuestro gran reto estratégico y de seguridad porque además es una frontera con uno de los desequilibrios económicos mayores del mundo. El monarca marroquí usa a su población como frente de presión cuando le conviene. Últimamente, posiblemente por el catastrófico gesto del Sr. Zapatero a Estados Unidos, Mr. Trump ha reconocido la soberanía de Marruecos sobre el Sahara con lo cual ha dejado nuestra posición más debilitada. Nos lo ha puesto todo más complicado. Conviene recordar que también fue un presidente socialista, Felipe González, el que creó y consolidó dos de estos frentes con la entrada en la Unión Europea y en la OTAN, a pesar de los titubeos que tuvo en este último asunto. Todo ello favoreció también el frente con América Latina.

Pero esta situación geopolítica está cambiando a toda velocidad con la creciente presencia de China e India. El Frente militar, vía OTAN, está muy cuestionado por Estados Unidos y aunque Mr. Biden ha tranquilizado las aguas, está claro que los americanos miran más hacia el Pacifico y la OTAN les cuesta mucho dinero, por eso la Unión Europea ya se está planteando tener su propio escudo militar, lo cual es muy complicado.

Este es el escenario de nuestro posicionamiento internacional a principio del siglo XXI. Resumiendo, según palabras de Lamo de Espinosa, “España juega no mucho en la liga europea, la americana y la del Magreb, aunque en estos momentos todas las apuestas nos señalan como equipo perdedor. Pero estamos, y jugamos. Y no estamos en nada más y no contamos nada en Oriente próximo, tampoco en el África subsahariana y poco o nada en Asia”.

¿Cómo será el futuro? ¿Que podrá hacer España para tener una parte activa en su diseño? Esto no se sabe con seguridad, pero parece que los parámetros del nuevo mundo serán la globalización, la convergencia económica mundial y el giro hacia Asia. Es cierto que nuestras posibilidades como nación son pequeñas, pero debemos de asegurarnos aliados o estructuras potentes tanto en lo político, económico como de seguridad. Hace tiempo que dependemos del exterior, en todos los sentidos. Tanto los políticos como los ciudadanos debemos preocuparnos por el exterior en un mundo globalizado. Dependemos en una parte importante de ello. Resumiendo, el futuro de España está fuera de España y eso requiere definición política y de Estado y también preocupación e interés por parte de los ciudadanos.