Corrían los años veinte del siglo pasado cuando, en Friera de Valverde, nacía un zamorano llamado Pedro Zarza Lorenzo. Este muchacho se convertiría en un gran legionario del campo, pues no siendo más que un niño comenzaría a servir en grandes sementeras para diferentes “amos”, como él los solía llamar.

Sus nietos, sentados junto a él a la puerta de casa, tomando el fresco de la noche, se solían sorprender cuando les relataba sus muchas historias. Recuerdo, que en una de ellas contaba que cuando el jornal llegaba a su fin, se iba a dormir a las cuadras, al calor de los bueyes, separado del suelo por un simple saco de paja. Sin embargo, a él se le veía lleno de orgullo relatando estas anécdotas y nombrando a estos animales, que formaron parte de sus noches y su vida.

En el pueblo de su último “amo”, Colinas de Trasmonte, conocería a la que durante sesenta y cinco años sería su esposa, Inés Jañez. Con el trabajo del campo, este infatigable zamorano, crió y ayudó a sus cinco hijos a labrarse un futuro con más comodidades de las que él jamás pudo tener.

A sus 92 años, en plena pandemia, sus hijos eligieron estar a su lado en todo momento, siempre con las medidas necesarias de protección, pero dándole muestras de cariño y demostrándole que el amor que a lo largo de su vida había sembrado, se encontraba dando sus frutos.

Muchos son los que piensan que para proteger a nuestros mayores en tiempos de pandemia la mejor solución es poner tierra de por medio, sin embargo mi padre siempre me decía, “prefiero correr el riesgo del contagio, a vivir separado de mis hijos”. Sirva esto para que nadie abandone a sus mayores, pues no tengo duda de que la pandemia más devastadora es la de la soledad de nuestros abuelos.

El jueves 16 de diciembre, este hombre ingresaba en la primera planta del hospital de Benavente, habitación 102. Allí fue atendido por un equipo de profesionales a los que quiero mostrar mi agradecimiento, pues su comportamiento tanto con mi padre como con mi familia fue ejemplar.

La víspera de la Nochebuena el tañido de las campanas de Colinas de Trasmonte anunciaban con sus espaciados toques la perdida de uno de sus vecinos más longevos. La tarde de la Nochebuena una multitud de personas daban el último adiós a Pedro, cubierto por un rio de flores.

Sirva este artículo como homenaje a mi padre, Pedro Zarza Lorenzo, y a los que como él, lo dieron todo con el único fin de que a su familia no le faltase de nada.

Te quiero papá.

Pedro Zarza Jáñez