Aunque en los últimos meses de este año las nieblas no se hayan prodigado demasiado en Zamora, es habitual que en estas fechas nos acompañe una espesa bruma que muchos comparan con la de los mundos de Tolkien o con la de las callejuelas londinenses donde se ocultaba Jack el Destripador. Hoy día, esa bruma es más metafórica que real, y se entremezcla con la incertidumbre de lo que nos deparará el año 2022 después de unas Navidades nuevamente atípicas, unas Navidades que nos recuerdan ese mal sueño que se inició hace cerca de dos años y del que no nos logramos despertar. Nos asomamos a un nuevo año en el que resulta difícil hacer alardes de optimismo y que nos exige sacar fuerzas de flaqueza para no bajar los brazos y dejarnos llevar por el rumbo de los acontecimientos.

En estos días previos a las vacaciones navideñas todos hemos ido observando como el avance de la nueva variante del coronavirus acelera su ritmo de contagio, y nos advierte de la fragilidad de los avances de los últimos meses. Durante la última semana de clases en el instituto comprobé con desazón que los positivos se multiplicaban, y que los contagios se extendían entre amigos y allegados creando una extensa maraña a mi alrededor. Unas circunstancias muy similares a las que todos hemos ido experimentando en nuestro entorno laboral y familiar, y que me hicieron recordar al personaje de la novela de Dickens, al protagonista de su “Cuento de Navidad”. Por un momento me puse en la piel de Ebenezer Scrooge, me calcé los zapatos de ese viejo avaro y misántropo que detestaba la Navidad y que solamente la veía como fuente de nuevos inconvenientes. Pensé en su actitud cada vez que su sobrino le recordaba las bondades de las fiestas navideñas, y repetí mentalmente ese “¡bah, paparruchas!” con el que desdeñaba todos los argumentos positivos que se le presentaban.

Entre todos debemos sacar a la ciudad del actual letargo, de aportar frescura e ideas innovadoras. Debemos trabajar para descongestionar los contratos caducados y para acelerar las inversiones de gran calado, sin olvidarnos del trabajo a pie de calle

Sin darme cuenta comprobé la facilidad con la que se puede caer en el desaliento. Lo sencillo que resulta dejarse llevar por estas circunstancias adversas que, de una forma u otra, todos padecemos. Sin esperar a la visita de los tres fantasmas navideños, y antes de que se aparecieran en mis sueños los fantasmas de las Navidades Pasadas, de las Navidades Presentes y de las Navidades Futuras, comencé a rememorar las dificultades pretéritas y a encontrar motivos para restaurar el ánimo. Recordé que, a pesar de todo, soy afortunado. En este año he logrado definitivamente la plaza como profesor de secundaria, la enfermedad no ha afectado fatalmente a mi entorno más inmediato, y el trabajo municipal ha servido para que propuestas de nuestro equipo de concejales, como los Zamora Bonos, hayan amortiguado los efectos económicos de la pandemia. Sin lanzar las campanas al vuelo, desde el Grupo Municipal del PSOE hemos conseguido poner en marcha una oposición constructiva reconocida por la ciudadanía, en la que prevalecen las ideas sobre los eslóganes y las propuestas sobre las críticas.

Que la política municipal exija tener los pies enraizados en el suelo no significa que debamos encerrar nuestra imaginación en un cajón, y que no podamos vislumbrar el lugar a donde nos gustaría llegar, ese destino deseado para nuestra ciudad y para nuestros vecinos y vecinas con los que cada día compartimos penas y alegrías, momentos dulces y situaciones amargas. Hemos proyectado un año 2022 en el que el 950 Aniversario del Cerco de Zamora tenga un papel fundamental en la regeneración económica y la dinamización cultural de la ciudad. Nos hemos atrevido a imaginar un casco histórico libre de pintadas y de firmas callejeras, donde los pintamonas no tengan cabida ni protagonismo. Nos hemos aventurado a proponer medidas que impulsen la candidatura de Zamora a Patrimonio Mundial de la Humanidad, desde mejoras en la limpieza y recogida de residuos urbanos a iniciativas para conservar nuestros espacios naturales (como el Bosque de Valorio) y nuestra riqueza patrimonial (como las Aceñas de Gijón). En suma, hemos decidido ejercer una oposición útil y positiva, y hemos apostado por ser ese brazo diligente en el que los vecinos y vecinas de Zamora pueden apoyarse.

Somos conscientes de que las tentaciones para desviarse de ese camino no van a desaparecer. Todos los días escuchamos a los grupos municipales de PP y Ciudadanos anunciar las siete plagas de Egipto para la ciudad, y presenciamos una forma de ejercer la oposición poco responsable y ventajista. Bien es cierto que hay muchos problemas por resolver en Zamora y que el Ayuntamiento, lejos de avanzar, permanece en “punto muerto”, pero eso no se resolverá por el mero hecho de señalar el precipicio y de alentar el catastrofismo. Será imprescindible que, ante cualquier problema, ofrezcamos una alternativa para su solución y que, a pesar de la debilidad de las intenciones que se manifiestan en estos días, el primer propósito de Año Nuevo sea ponerle cerco al derrotismo.

Entre todos debemos sacar a la ciudad del actual letargo, de aportar frescura e ideas innovadoras. Debemos trabajar para descongestionar los contratos caducados y para acelerar las inversiones de gran calado, sin olvidarnos del trabajo a pie de calle, debatiendo y consensuando medidas con colectivos, asociaciones vecinales y sindicatos. Debemos apresurarnos y no permanecer indiferentes antes de que sea demasiado tarde. En la novela de Dickens, el Espíritu de las Navidades Futuras sitúa al viejo Scrooge frente a su tumba, antes de despertar y de descubrir que todavía está vivo y que le queda poco para enmendar sus errores. No posterguemos el tiempo de ser amables y generosos, ni de ser solidarios y desinteresados. No dejemos que sea demasiado tarde, mientras los buenos propósitos esperan a las próximas Navidades.

(Portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Zamora)