“ La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más…”. Así una y otra y otra y otra vez. Los acordes me llegan amenazadores y nítidos desde algún lugar imposible de precisar. Hace rato oscureció. Llegaron las tinieblas. Con ellas desapareció la geometría de las cosas y, sin referencias visibles, la realidad se presenta incierta.

A esta hora de la tarde el enorme comedor se encuentra vacío. La desolación es absoluta. La luz de los tubos de neón se desparrama sobre las mesas apiladas y rebota en paredes y baldosas dejando en el espacio una palidez mortecina y fantasmal. Llueve con fuerza. Veo caer el agua en torno a las farolas, más allá del ventanal, y escucho con hastío el obsesivo chapoteo. Hace frío.

Ahí está. Implacable. Omnipresente. Lleva todo el día persiguiéndome de acá para allá y no consigo librarme de él por más que lo intento. “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va …”. ¿ Será que estamos en Navidad? Podría ser

Pido una botella de vino en un intento de minimizar la tristeza. No hay, me dicen. Bueno, pues cerveza. No importa que esté caliente, es igual. El muslo de pollo, sin embargo, llega congelado. Tal vez se pueda calentar pregunto, pero no. Es imposible. La cocina ha cerrado y la plancha está apagada, lo siento señor. La camarera se disculpa, es amable y educada. Tiene prisa. Las normas, ya sabe. Sí, sí, ya sé.

Estoy en el hospital Clínico de mi ciudad. Una intervención quirúrgica mantiene a un familiar cercano ingresado. Su estado es delicado de modo que pasaré una noche más dormitando en un sillón a su lado, pero antes he decidido tomar cualquier cosa no siendo que a mis tripas les dé por removerse durante la madrugada.

Mordisqueo el muslo. Miro a mí alrededor. Un joven sostiene la mano a una chica pero no parece que tengan relación sentimental alguna. Conocidos o compañeros de trabajo; familiares, tal vez. Él habla bajo. Ella asiente pero no parece convencida. Un poco más allá dos señoras maduras se despiden. Probablemente es la hora del relevo y viendo sus rostros abatidos es fácil suponer que el ser al que acompañan y del que seguramente están hablando con voz queda se encuentre en una situación delicada.

El resto, un hombre y dos mujeres, rumia su cena en soledad. Indiferentes, ajenos al mundo como indolentes esfinges o como los dioses de antaño. Las mujeres comen muslos de pollo como el mío, el hombre un bocadillo envuelto en servilleta de papel. Tienen la mirada ausente, como si el acto de cenar fuese una penosa obligación. Nadie cruza una palabra, ni siquiera una sonrisa. Todos inmersos en su universo. Estancos. Herméticos. A vueltas con sus demonios.

Se levanta el hombre. Deja el bocadillo apenas empezado en la mesa y se marcha sin decir adiós. Al momento se va una de las mujeres. El tercero en marcharse soy yo. A medida que avanzo por el pasillo no pienso en nada. Me cruzo con una enfermera. Felices fiestas, dice, mirándome con curiosidad. Gracias, igual, respondo sin saber muy bien por qué. Entro en el ascensor. Pulso un número... Uno…, dos…, tres…, cuatro. Ya estoy en planta. La de cirugía. Me dirijo a la habitación cuatro mil ciento tres. Abro la puerta. Mi familiar tiene los ojos cerrados y respira con dificultad. Le hablo. No responde. Me dejo caer en un sillón. Estoy terriblemente cansado y he perdido la noción del tiempo. Cerca de la puerta, junto al armario, un pequeño árbol con luces de colores parpadea con insistencia. La cabeza me da vueltas. Siento vértigo. Noto una fuerte presión en el costado izquierdo y, de pronto, reparo en el estribillo. ¡ Otra vez! Ahí está. Implacable. Omnipresente. Lleva todo el día persiguiéndome de acá para allá y no consigo librarme de él por más que lo intento. “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va …”. ¿ Será que estamos en Navidad? Podría ser. De un tiempo acá los días son muy cortos y hace mucho frío pero realmente no puedo precisarlo. ¡ Es todo tan confuso, tan incierto! No lo sé, ya digo.

En cualquier caso, el dato carece de importancia alguna. Ayer, hoy, el mes pasado, la próxima semana... ¡ Qué más da!