A pesar de los pesares, merece la pena que el Dios hecho Niño vuelva una Navidad más. El Niño cuya llegada se intuye ya, viene a nosotros con las manos llenas de perdón, de paz, de esperanza y de amor. Tenemos que salir a su encuentro con alegría. Ya sé, que estamos para pocos regocijos: el virus que se ha enrocado en el abecedario griego que pretende recorrer de la alfa a la omega, la crisis, el paro, las ausencias, la soledad, el vacío que nos ha llevado a militar en una situación que no queremos: la de la España vaciada.

El panorama es desalentador, pero no podemos fiarlo todo al desaliento. Tenemos que luchar contra esta adversidad sanitaria, económica y social que se nos ha venido encima como una nube negra que no presagia nada bueno. Esta noche es Nochebuena y por nada del mundo quiero poner una nota de negatividad a todo lo que significa. Lo demás es barullo, ruido, fiesta sin más argumento que el del divertimento. La Navidad es otra cosa. Apuesto firmemente por ella.

Me gusta escuchar los villancicos de siempre en las voces de siempre, me gusta hablar de lo que en el hogar de mis padres, que ahora es mi hogar, ha significado siempre la Navidad. Por eso, a la luz de la lumbre de mi memoria me gusta rescatar aquellas escenas que algunos, los que raras veces piensan en Dios, pero que tienen fondo religioso, creerán obsoletas cuando son y están más vigentes que nunca.

No podemos quedarnos en el brillo, en la parafernalia, en el espumillón. Estamos en la obligación de profundizar y no dejarnos guiar por los cantos de sirena de los que están en contra de la verdadera Navidad. Hoy no viene Papa Noel, como han dicho algunos noticieros. Hoy viene un Niño que está muy por encima de esa y de cualquier otra figura ya nos llegue de Laponia o de Canadá.

De ahí mi canto que es un canto universal, “Adeste fideles, laeti triunphantes. Venite, venite in Bethlelem. Natum videte regem angelorum. Venite adoremus, venite adoremus Dominum”. Venga, sin complejos vamos todos allá. Juntos contemplemos al Niño, rey de los ángeles. Adoremos al Señor. Ante el portal de Belén, volveré a pedir un año más por Zamora y por los zamoranos, por todos ustedes, los que tengo la suerte de conocer y los que no. Por los amigos y los que no lo son. Por los compañeros de esta casa de papel. Por la Justicia. Por la Paz. Por la igualdad. Por los niños y las personas mayores. A todos, de corazón, ¡¡¡¡¡¡¡Feliz Navidad!!!!!