No sé si mañana, día 22, cuando a las ocho en punto, se abran las puertas del Teatro Real de Madrid y poco más tarde se proceda al Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad, en base a las terminaciones de los décimos que poseo, por fin contaré con un “galán”, lucirá “el sol” para siempre en mi vida, podré llenar “la talega”, sonará “la campana” con la que dar la campanada y que será “la bomba” o por el contrario, “la agonía” de la espera, me llevará a rezar “el rosario” para no caer en “el infierno”. Los entrecomillados corresponden, a los distintos apodos que tienen las terminaciones de la Lotería de Navidad, hasta un total de 99 que van de la muerte a la agonía.

En medio, motes para todos los gustos. Ahí van unos pocos: “el melón”, “el pollo”, “el perro”, “el toro”, “el escapulario”, “la corona”, “el tambor”, “la zanahoria”, “la con perdón”, “la dama y el niño”, “el abejorro”, “la bufa”, “el marrano”, “el borrego”, “los gallegos”… Podría seguir. Esto no es un invento de servidora. Aunque el origen de esta costumbre no esté del todo clara, lo cierto es que entre el siglo XIX y el XX, nació la costumbre de bautizar a las 100 terminaciones de la lotería con motes de lo más variopinto. Se llamen como se llamen, no es esta vieja costumbre la que influye precisamente en los compradores. Cada quien tiene sus propias preferencias. Las fechas específicas tienen mucho que ver, generalmente las relacionadas con eventos importantes de la vida o con sucesos acaecidos ese mismo año. Hay quienes se mantienen fieles al mismo número todos los años, quienes tienen su propio número de la suerte que para muchos empieza o acaba en 13 o, simple y llanamente, lo eligen al azar. Las fantasías y supersticiones también juegan un importante papel.

Sea como fuere y lo que fuere, cualquiera de los números elegidos es válido, ya que la probabilidad de que ese número en concreto resulte ganador es la misma para todos los números del sorteo del 22 de diciembre. A servidora lo que más le gusta es que la suerte, en forma de dinero contante y sonante, esté muy repartida y que los más vulnerables, los más desfavorecidos, aquellos que más lo necesitan sean los destinatarios. Y ya puesta que, por lo menos, alguna vez, el Gordo de Navidad toque en Zamora, ¡menudo notición! Y no por el hecho de salir en todos los medios de comunicación, que también.

Ojalá que este 2021, dejemos de ir de “la muerte” a “la agonía” lotera. Y toque en Zamora.