La Real Academia Española (RAE) ha presentado las novedades del “Diccionario de la lengua española”. Entre las nuevas incorporaciones, se recogen palabras que empiezan a ser usadas con frecuencia en nuestra vida cotidiana. Entre otras: ciberacoso, criptomoneda, bitcóin, geolocalizar, webinario, cortapega, sanjacobo, cachopo, cubrebocas, cribado, burbuja social, triaje, vacunología, enoturismo, gentrificación, poliamor, transgénero, cisgénero, pansexualidad o chuche. El listado es mucho más amplio pero las enumeradas son las que, desde mi corto punto de vista, han aparecido en nuestras vidas muy recientemente, describiendo nuevas realidades y circunstancias sociales, no solo relacionadas con la maldita pandemia que nos sigue azotando sin compasión sino con cambios muy significativos en las relaciones sociales y sus expresiones personales o comunitarias. Las nuevas palabras se suman a los más de 93.000 vocablos que conforman el diccionario español. Y entre este inmenso caudal de palabras hay una que destaco: humanidad.

Sí, humanidad. ¿Y todo esto por qué y para qué? Verán. El diccionario de la RAE emplea hasta nueve definiciones para describir la susodicha palabra. Hoy selecciono las tres que siguen: “fragilidad o flaqueza propia del ser humano”, “sensibilidad, compasión de las desgracias de otras personas” y “benignidad, mansedumbre, afabilidad”. Y ahora llega la pregunta del millón: ¿se sienten reconocidos en alguna de esas expresiones? Respondan sin miedo y díganse si son frágiles o no, si la sensibilidad y la compasión forman parte de su modo de acercarse a los demás o si, ante circunstancias excepcionales, problemas y conflictos de cualquier tipo, practican el sano ejercicio de la mansedumbre, el sosiego y la tranquilidad. Pero la humanidad también puede entenderse como la capacidad para prevenir y eliminar el sufrimiento de las personas en todas las circunstancias, protegiendo la vida y la salud, respetando a las personas y favoreciendo la comprensión mutua, la amistad, la cooperación y una paz duradera entre todos los pueblos.

Y llegamos al final. Pero antes de irnos, practiquemos el último ejercicio de este año. Si es posible, miren a su alrededor y hagan un pequeño esfuerzo (aunque tal vez no necesitan emplear muchas energías) para localizar a esas personas, instituciones, empresas o entidades sociales que, desde su punto de vista, pueden ser etiquetadas con la palabra “humanidad”, atendiendo a los criterios señalados más arriba. ¿A quiénes seleccionarían ustedes? ¿Ya lo tienen? Estoy convencido de que en ese listado aparecen personas muy relevantes y significativas en sus vidas y que, sin embargo, tal vez sean desconocidas para la inmensa mayoría de los mortales. Yo me encuentro en la misma tesitura. En mi caso, los puestos de cabeza se reparten entre quienes practican la humanidad sin alharacas, sin meter ruido, dedicándose a los demás sin esperar nada a cambio, predicando con el ejemplo y ajustando los hechos a las palabras. Estas personas son las que realmente me interesan. Si usted es una de ellas, sepa que la valoro muy profundamente.