Muchas veces me he preguntado para qué diablos puede serle útil a ustedes el criterio que yo pueda tener de una materia tan espinosa como la geoestrategia, pero es una de las cosas que he tenido claras desde que las potencias vencedoras en la II Guerra Mundial: Winston Churchill, primer ministro del Reino Unido; Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y Yósif Stalin, máximo dirigente de la Unión Sovietica, se reunieron en Yalta el 4 de febrero de 1945 para repartirse el botín de la victoria, es que, además sentaron las bases de la “Guerra Fría”, para otros “Paz caliente”.

Hasta la caída de la URSS en 1991 el enfrentamiento entre el Imperio Soviético y Occidente liderado por los EE UU, fue político, ideológico, económico, social y militar, y originó la crisis de la creación de la OTAN, 1945; el Pacto de Varsovia, 1955; el bloqueo de Berlín 1948 1949; la guerra de Corea, 1950; otra crisis de Berlín, 1961. Los misiles cubanos,1962; la “Primavera de Praga”, 1968; la guerra de Vietnán y la creación de la geopolítica del caos en Oriente Medio. ¡Ah! y el surgimiento de un terrorismo “rojo, negro, gris, nacionalista, de Estado y religioso” que afectó, en una medida o en otra, a casi todas las naciones occidentales, incluidas las democracias más consolidadas.

Orwell definió el estalinismo como la dictadura del odio, la pobreza y la guerra y a las claves de los acuerdos de Yalta como el inicio de una política con tres enemigos a quienes combatir: el comunismo, el fascismo y el imperialismo.

Marx, con todos sus defectos y errores, es uno de los grandes pensadores contemporáneos, Lenin, Stalin, Mao y la pléyade de servidores de las pocilgas de Moscú, unos dictadores implacables que aplicaron teorías políticas del marxismo deformado. Simples auxiliares del imperialismo leninista. Otras ramas del marxismo, como la social-democracia europea y el laborismo británico, fueron las que trajeron los gobiernos más creadores de bienestar económico y social de nuestra historia y sus principios sostienen que en las sociedades avanzadas los fines del socialismo se pueden alcanzar y crear riqueza por medios pacíficos y democráticos.

El imperialismo occidental no ha tenido mucho éxito en combatir a los fascismos, España y Portugal persistieron demasiado tiempo y otros nostálgicos europeos, aunque los partidos políticos están prohibidos, crean situaciones que perturban los fundamentos de la democracia porque se valen de la libertad, que les otorga, para alcanzar cotas relevantes de poder.

Con la disolución de la URSS en 1991 se inició una nueva fase de “Guerra fría”, menos exacerbada que la anterior pero igualmente de confrontación de intereses entre Oriente y Occidente. Eso significa una gran desconfianza hacia el adversario y estar preparados para anticiparse a las amenazas. De las crisis citadas al principio no aprendimos que era mejor la cooperación que el enfrentamiento y ahora, que los EE UU amenazan con no comprarnos más la seguridad exterior, han obligado al alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, el español, Josep Borrell, a hacer horas extra para crear una Fuerza Militar que pueda ayudar a que los problemas futuros se resuelvan sin detrimento para los intereses europeos.

El alto representante es consciente de que los “intentos anteriores de desplegar rápidamente fuerzas de la Unión Europea solo han tenido un éxito limitado”.

Los europeos no entendimos en 1991 que a los rusos no se les podía dejar en manos de un tipo que arengaba a las masas subido en un tanque, aunque la imagen sea muy televisiva, tarde o temprano caería bajo una nueva dictadura y ahora que la tenemos ahí volvemos a estar alarmados por los cambios geopolíticos que nos obliga a realizar el tipo duro del Kremlin.

¡Ah! y, ahora cuál es el botín.