Si un extraterrestre nos estuviera viendo desde su nave espacial se llevaría varias sorpresas. Si decidiera salir de noche a pasear por la galaxia, se toparía con el planeta Tierra, nuestro hogar, y se sorprendería con el espectáculo lumínico que ha empezado a desplegarse por casi todos los rincones. Y se haría algunas preguntas: ¿qué está pasando ahí abajo? ¿Por qué razones, de golpe y porrazo, los humanos adornan las calles, las fachadas de los edificios públicos e incluso las de muchas casas particulares con luces de colores y otros adornos tan llamativos? ¿Y el resto del tiempo por qué no lo hacen? El extraterrestre se irá, como siempre, hacia sus territorios con más dudas que respuestas, porque desconoce que estamos en la antesala de las grandes fiestas de la Navidad y, sobre todo, de la llegada de un nuevo año (si seguimos el calendario gregoriano, actualmente utilizado de manera oficial en casi todo el mundo). Y para celebrarlo, los humanos celebramos estos acontecimientos con las luces mágicas de la ilusión.

Es posible que el extraterrestre desconozca que, de un tiempo a esta parte, se ha creado una especie de competición entre pueblos y ciudades de todo el mundo para ver quién exhibe el mayor número de bombillas, los árboles más altos, las estrellas más grandiosas, las guirnaldas más espectaculares, los muñecos de nieve más llamativos, los trineos y renos más luminosos, los ciervos más originales, las cortinas de luces más sugestivas, los proyectores de nieve navideña más atrayentes, las luces de bastón de caramelo, etc. Me detengo porque el listado podría ser casi infinito. Llegados aquí, me pregunto: ¿qué queremos expresar con este despliegue tan espectacular de adornos y luces, tanto en las calles como en nuestros hogares? Simplemente la vida, que no es poco, aunque creo que es una invitación a celebrar y disfrutar la cara amable de la vida, convirtiéndose en un chute de alegría, de entusiasmo y de emociones positivas para seguir navegando en los mares del día a día, tan tormentosos e inclementes con tantas personas.

Y aquí quería llegar. Los escenarios mágicos que estamos creando estos días en nuestras calles, pueblos y ciudades, con el despliegue de tantas luces y tantos adornos, no pueden cegarnos e impedir que queden ocultas y sin ser nombradas las caras menos amables de la vida, que existen, que caminan junto a nosotros, que se cruzan delante de nuestras narices cada vez que esos niños y niñas, esos adultos, esas madres, esos padres o esos abuelos se las ven y se las desean para llegar a fin de mes, pagar los recibos de la luz, calentar los hogares o satisfacer otras necesidades básicas. ¿Qué decir, qué escribir, qué hacer ante estas situaciones? Porque no solo son las sombras de estas fiestas, sino las sombras de todos los días. Por eso llama la atención que seamos capaces de lucir nuestras mejores galas para festejar la vida durante estas fechas y nos olvidemos, con mucha más facilidad de la deseada, de quienes lo están pasando mal. Que son muchas personas o, al menos, muchas más de las que usted y yo imaginamos.