En el extremo opuesto de la humildad está la soberbia. Hay quienes se empeñan en ser la encarnación de la soberbia y se instalan en ella, desde ese plano de superioridad casi obscena que les hace creerse por encima del bien y del mal. Benedetti reconocía que “hay días repletos de soberbia, días que traen mortales enemigos”. La soberbia no es una compañera de viaje recomendable. La soberbia no deja ver la realidad. No son frases hechas, me van saliendo según desgrano mis pensamientos en la pantalla del ordenador. Los soberbios ni siquiera tienen arrogancia espiritual es, más bien mundana. Es apego al aplauso, al poder, a la vanidad, a la alabanza. A todo lo que les da la seguridad que, en realidad, no poseen.

La soberbia tiene sus compinches. La arrogancia, el orgullo desmedido, la prepotencia, el engreimiento y la suficiencia. En realidad los soberbios son gente mediocre que lejos de ser, prefieren estar. Me gusta aquella frase de Quevedo que reconoce: “La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió”.

Lo digo y escribo por los acontecimientos, algunos deplorables, otros vergonzosos, los de más allá increíbles que viven ciertas cofradías y no solo de Semana Santa. Me hablan de persecuciones, de venganzas, de rencores, de filias y de fobias, de odios. Me cuesta creerlo, pero es así. Lo lamentable es que para el ejercicio de la soberbia se utilicen hermandades y muy reales e ilustres cofradías a cuyos dirigentes se les presupone todo lo contrario de lo que en realidad es su actuación cotidiana.

Me da mucha pena que estas cosas ocurran, cuando lo mejor de Zamora es el corazón de los zamoranos, los zamoranos mismos, por lo tanto esas actitudes, esos comportamientos no conducen a otra cosa que no sea malestar y desconfianza. Pecar de soberbios puede traernos más problemas que beneficios, no se pueden cerrar los ojos a esa realidad incuestionable. Es más fácil tratar de hacer la vida agradable a los demás, que todo lo contrario. Cierto que para eso hay que inyectarse en vena a diario grandes dosis de humildad.

Me viene a la memoria la frase de un querido amigo que siempre me recuerda: “La soberbia es una discapacidad que puede afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”. Y el que tenga ojos para leer, que lea; y el que tenga oídos para oír, que escuche. Nadie ha muerto asfixiado por tragarse el orgullo, lamentablemente algunos prefieren ahogarse en él. Si es verdad que el poder hace soberbios, no es menos cierto que la soberbia hace necios.