A pesar del escenario cada vez más fragmentado de la política y de su vida social, por él se devanan siempre dos posiciones antagónicas. O ellos o nosotros. O lo que sería lo mismo, las dos Españas. Las representadas, en el barrio madrileño de Pueblo Nuevo, en la esquina calle de Llanos de Escudero con calle Berasategui. Y que diferencian dos fachadas por las placas, supuestamente de calles, colgadas en cada una de ellas. En la de la derecha nombres tales como: Generalísimo, General Millán Astray (fundador de la Legión), General Yagüe, Muñoz Grandes, García Morato, etc. En la de la izquierda nombres tales como: García Lorca, Alberti, Institución Libre de Enseñanza, Miguel Hernández, Carmen Laforet, etc. Todas ellas colocadas, en Diciembre de 2020, por el artista conceptual Mateo Maté con la intención de suscitar el diálogo y la reflexión a través de la madurez democrática que realmente tenemos. Pero sus 11 meses de exposición han reflejado una profunda polémica, amarga y furiosa, entre los ciudadanos. De tal calado!, que el Ayuntamiento de Madrid ha decidido quitarlas para poner fin al debate.

Sin embargo todo ello es el reflejo del dualismo tan arraigado que subyuga la política nacional. Donde la identificación ideológica se ha fosilizado de tal manera que obstaculiza el camino del entendimiento y la cooperación para trazar una líneas comunes frente a: las turbulencias de Europa y globales a la que estamos conectados, la recuperación económica, la perseverancia de la pandemia dejando sus secuelas en la relación economía-salud, etc. De modo que los Presupuestos para 2022, exigidos por Bruselas, y garantizando la legislatura, pueden diagnosticarse: bien como aprobados gracias a los intereses tácticos de políticas nacionalistas (vascas y catalanas), o bien como una aportación nacionalista a la gobernabilidad de España y su estabilidad política (a la que contribuiría el arduo acuerdo de última hora con Esquerra Republicana de Catalunya).

Queda, por lo tanto, desvelar a lo largo de la legislatura si los intereses propios y tácticos de las políticas nacionalistas o territoriales permiten la gobernabilidad del interés colectivo de España

En cualquier caso, ambos diagnósticos merecen ser enmarcados desde la perspectiva del “Foro Santiago. Camino de Consenso”, reuniendo a ocho comunidades: Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla La Mancha, Castilla y León, Extremadura, Galicia y La Rioja. En este camino se ha cuestionado la frase únicamente propagandista de Sánchez de hace dos años, “igualdad entre los territorios”, y se ha exigido una cohesión territorial y un nuevo modelo de financiación autonómica acordado entre todos los territorios. Pero también ambos diagnósticos merecen enmarcarse desde otra perspectiva: la exigencia conjunta de Andalucía y Valencia, de Moreno (PP) y Puig (PSOE), de que PSOE y PP alcancen acuerdos de Estado, y de que la igualdad de los territorios y su financiación camine por un pacto de Estado impulsado desde el Gobierno.

Queda, por lo tanto, desvelar a lo largo de la legislatura si los intereses propios y tácticos de las políticas nacionalistas o territoriales permiten la gobernabilidad del interés colectivo de España. Y que no se trata solo de un “o nosotros o no seguís”. Ya que entre otros frentes, tenemos un crecimiento del PIB menor de lo previsto y una inflación elevada que parece ser no tan transitoria como se anunciaba. Y sobre sobre todos ellos, el círculo vicioso de la pandemia y la polarización de la vacuna equilibrándose en la cuerda floja de sus dos víctimas: la salud y la economía.

En este equilibrio, España, al tener un alto porcentaje de vacunación (91%), tiene un escenario más favorable frente a los países del centro y del este de Europa. Pero la Organización Mundial de la Salud ya ha advertido que Europa se sitúa en el epicentro de la pandemia para estos próximos meses. Y es en esa situación donde los no vacunados ofrecen al virus espacio para viajar y transmitirse. Espacio con dos esquinas: los que son altamente cautelosos y los que han dejado de prestar atención a la pandemia.

Pero además, en todo este paisaje, la radicalización de esa otra fachada anti-vacuna no solo obstaculiza el camino de la cooperación, sino que también puede organizarse política y populistamente. Tal como ha ocurrido con el reciente partido anti-vacuna austriaco MFG que ha obtenido (el 26 de Septiembre) tres diputados en el parlamento regional de Alta Austria.

Mientras tanto, los efectos de la pandemia, poniendo en riesgo la salud y la recuperación económica, siguen demostrando que ella no es ni una ilusión ni una conspiración.