Hay cosas que nunca se cuentan, gestos que no se ven, desvelos que no se narran y esfuerzos que no se pagan.

La sanidad en Sayago se desangra a nivel institucional, cada día más recortes y cada día más precariedad laboral. Pero quienes vivimos en esta tierra, sabemos que tenemos unos sanitarios que son arterias que bombean ganas, esperanza, empatía e implicación. Gracias a ellos late nuestro corazón.

En un presente donde lo más valorado es la ciudad y donde el prestigio llega si trabajas el medio urbano, muchas veces se menosprecia al sanitario rural. Y eso no se puede tolerar. La sanidad rural es necesaria. Es fundamental. Necesitamos Atención Primaria en nuestros pueblos. Necesitamos médicos. Necesitamos a la enfermería rural. En la sanidad lo más importante es el paciente y en el ámbito rural esta máxima se acentúa aún más. Dista mucho la vida urbanita a la vida rural. Y a las dos vidas quien las vive, se ha de adaptar. La sanidad en un pueblo es mucho más que estar sano o padecer una enfermedad. El sanitario rural vive con sus vecinos y cuida de sus vecinos. Se preocupa de su bienestar mucho más allá de la relación laboral.

Sirvan estas líneas, como agradecimiento a todos los sanitarios sayagueses que nos dan la mano cuando nuestra angustia es mayor que nuestra paz. A todos ellos que nos visitan (no siempre en horas de trabajo) para ver cómo estás. A todos ellos que cuidan o han cuidado a nuestros mayores en sus casas cuando ya no podían desplazarse hasta el consultorio local.

Gracias a vosotros, sanitarios sayagueses , nuestros mayores se sienten arropados y confiados. Gracias por realizar tantos y tantos esfuerzos ingentes que están fuera de protocolos de actuación pero que os salen del alma y del corazón por intentar hacerlo mejor. Gracias por vuestro esfuerzo para ser impulso y aliento de vida, en una tierra que poco a poco desaparece. Vuestros desvelos son nuestros sueños de esperanza de que una sanidad rural que languidece continúe siendo una parte fundamental y obligada dentro del estado de bienestar en este mundo rural.

Teresa Gaspar