Cada año, coincidiendo con los presupuestos, ya sean estatales, regionales o locales, aparecen los fantasmas de las obras irrealizadas, de las promesas incumplidas. Se mueven de un lado para otro. Acechan a los que gobiernan y a la oposición, según los casos. Aunque son etéreos, se pueden adivinar fácilmente sus formas y dimensiones. A diferencia de otros, no se manifiestan ni por el sonido, ni por el aroma, ni por el desplazamiento de objetos, sino que lo hacen de una manera visual. No hace falta devanarse los sesos para conocerlos, ya que siempre son los mismos. De tanto repetirse, pueden dar la impresión de que forman parte de la realidad. Son como espíritus que aparecen y desaparecen, aunque nunca lleguen a tomar forma material. De manera que los zamoranos se encuentran en el brete de verlos o no verlos, según llegue a soplar el viento.

Aunque haya quien crea que los fantasmas no existen, lo cierto es que hay rastro de ellos desde la época de los sumerios. De hecho, cuando me disponía a escribir estas líneas, vi como uno de ellos sobrevolaba el rio Duero. Era la sede de “Las Edades del Hombre”. Aquella que iba a implantarse en Zamora bajo el mandato de la alcaldesa Valdeón, cuyo proyecto fue abortado por el entonces presidente de la Comunidad de Castilla y León, hoy consejero nato del Consejo Consultivo.

Si nos fijáramos en los proyectos municipales de la capital zamorana, veríamos que la rehabilitación del edificio del Banco de España es uno de los fantasmas más recurrentes. También el del Museo de Baltasar Lobo, o la puesta al día del Mercado de Abastos. El que más sobrevuela la Diputación Provincial es el de la biorrefinería de Barcial del Barco, que desde que dijeron que habían comprado los terrenos, hasta el día de hoy, ha llegado a perderse la cuenta del tiempo. Ahora parecía que se estaba en el capítulo que trataba de contarle a la empresa que va a montar la fábrica cuales eran los pasos que tenía que dar para ponerse a la faena (como si no se hubiera dispuesto de tiempo hasta ahora) pero resulta que el proyecto se ha ido, o se está yendo, al garete, y no se sabe que pasará con los 300.000 euros que ha pagado la Diputación por los terrenos.

Aparecen y desaparecen cual fantasmas Agustín Ferrero

En los presupuestos de la Comunidad Autónoma (siempre tacaños para con esta provincia) aparecen y desaparecen partidas y proyectos con una facilidad pasmosa. El agujero de la Universidad Laboral es una buena muestra de ello. Primero se iba a hacer un determinado proyecto, pero, qué mejor que dejar pasar el tiempo, para justificar un cambio. Y así, de manera tan simple como arcaica, se consiguió que siguieran pasando los años sin hacer nada.

Los proyectos mixtos, financiados al alimón por varias administraciones, como pueden ser el Museo de Semana Santa o el Conservatorio de Música, son más fáciles de prorrogar en el tiempo, pues con echarse la culpa unos a otros es suficiente. Al Gobierno Central le ocurre otro tanto de lo mismo. Véase la calderilla que han destinado a la rehabilitación de las murallas medievales para entenderlo. Ese y otros proyectos están más cerca del abandono que de ningún otro tipo de consideración.

De tanto repetirse algunos proyectos, pueden dar la impresión de que forman parte de la realidad. Son como espíritus que aparecen y desaparecen, aunque nunca lleguen a tomar forma material

Estoy seguro de que a ningún zamorano le resultan extraños éstos y otros fantasmas, porque, reiteradamente, aparecen y desaparecen, sobrevolando nuestras cabezas. La clase política se encarga de ello, al seguir soltando soflamas a sabiendas de que no solo no son ciertas, sino que no tienen la mínima intención de materializarlas. Sueltan sus retahílas, aprendidas de memoria, como aquellos charlatanes cuando ofrecían sus productos en la calle un día cualquiera, y al siguiente se largaban a otra ciudad para evitar que la gente les dijera que la pluma estilográfica que le habían vendido no escribía. Y es que siempre había incautos que quedaban seducidos por sus innegables dotes de persuasión. Últimamente se desplaza por el espacio, dentro de una enorme pompa de jabón una nueva ubicación para el Museo Pedagógico, que quiere trasladarse desde el Campus Viriato hasta el antiguo edificio modernista del Laboratorio Municipal, ubicado en el Parque del Castillo.

Y, para que no falte de nada, se habla de rehabilitar el Palacio del Obispado (que debe encontrarse en mal estado), aunque eso sí, con la ayuda económica de las instituciones, con la excusa de poder exhibir allí los tapices catedralicios. Al parecer, ya se ha olvidado que ese museo, el de los tapices, iba a hacerse en el convento de las Madres Concepcionistas Franciscanas (abandonado hace años), o al menos eso es lo que dijo el obispo anterior, en el momento en que se le pidió su cesión para levantar allí el museo de Semana Santa.

Claro que esperar encontrar algo de coherencia en las acciones de personas e instituciones es labor harto difícil. De hecho, vivimos en un mundo de contradicciones. Así, se da el caso de que China, donde rige un sistema comunista, cuenta con empresarios capitalistas más potentes que los del propio occidente. Mientras, en algunos países occidentales, capitalistas hasta las trancas, presumen de hacer políticas socializantes. Por eso existen los fantasmas. Y no precisamente aquellos que decía Schopenhauer que eran como un magnetismo terrestre que se identificaba con la voluntad de la Naturaleza.