Sit tibi terra levis

El pasado jueves, día 18 de noviembre, fallecía D. Alberto de Paz, gran abogado vallisoletano y sobre todo un hombre de fe, honrado, leal bueno, respetuoso, bondadoso, persona fiable, entrañable, propiciando siempre el acuerdo, con la finalidad evitar el pleito, su ausencia de doblez, dispuesto siempre a hacer el bien, transmitía paz, haciendo honor a su apellido.

Alberto de Paz, ha ejercido el compañerismo profesional de la forma más leal que una persona puede hacer, comportándose con sus compañeros como un auténtico señor, como un caballero.

En relación con sus clientes me consta cómo perdonó más de una minuta a clientes, en apuros y atendió a cuantos acudieron a recibir su consejo.

Días después de su muerte, según testimonio de personas que le trataron, tanto personal como profesionalmente, me manifestaban, cito textualmente: “Ha muerto un gran hombre. Un caballero de la vieja guardia, de los que ya no quedan.

Me escribía un amigo y compañero: ”Siempre recordaré sus maneras aristocráticas. Era una persona excepcional.”

Una amiga, me enviaba un correo y me decía: “ Seguro que está en el cielo, porque era buenísimo.”

Alberto de Paz, ha sido y será un referente para muchas generaciones de la abogacía vallisoletana y de otros ámbitos sociales y espirituales de Valladolid, por su sencillez, su bondad, hospitalidad y calidad humana.

Tomemos buena nota de sus virtudes y cualidades que, fueron puestas de manifiesto en la misa funeral, tanto por el sacerdote oficiante, D. José Heras, como por el amigo Manuel Calderón, que ha permanecido a su lado hasta el último momento, y procedió a leer una serie de manifestaciones de personas que mantuvieron estrechas relaciones con Alberto, y por Ana Carrascosa, quien dio las gracias en nombre de su familia.

Ahora que nos ha dejado podemos hacer un balance vital definitivo, para llegar a la conclusión que ha muerto un hombre bueno y del que tanto tenemos que aprender de su vida modélica y ejemplar.

Hasta siempre, maestro.

Gracias por haber disfrutado tantos años, a su lado de su amistad y conocimientos jurídicos y de su buen ojo clínico, arrojando luz a los asuntos.

Cuando, quien estas líneas escribe, iba a un juicio y me despedía de él, siempre me decía: “Buena mano”.

Alberto de Paz es y será siempre un ejemplo de fe para todos. Qué nuestro Dios le acoja en su regazo. Descanse en paz.

Pedro Bécares de Lera.