Mientras el sector de metal pone Cádiz patas arriba, los conflictos sociales contra Sánchez se disparan en España. Si alguien creyó que porque las grandes centrales sindicales no ejercían presión, salvo alguna que otra rueda de prensa, los españoles iban a seguir narcotizados, se ha equivocado. La creciente conflictividad social que se observa en diversos puntos de España no es producto de un capricho, es el síntoma inequívoco de un problema de fondo de más envergadura.

Al sector del metal se unen el sector del automóvil que ya ha iniciado las movilizaciones pertinentes, Policía Nacional y Guardia Civil, la huelga de transportistas que se ha anunciado en las fechas previas a la Navidad, las movilizaciones del campo, con agricultores y ganaderos, arruinados por la subida de costes. Su movilización responde a la falta de respuesta del ministerio tras intentar reunirse con sus responsables. La callada por respuesta no es lo más aconsejable. Qué poca cintura demuestra tener el ministro del ramo. No se pueden parapetar en el despacho oficial, ignorando a ganaderos y agricultores.

Así las cosas, de momento, solo se protesta, se sale a la calle y ya se verá lo que ocurre próximamente. El mimetismo creciente al respecto puede hacer que otros sectores, que también están hartos de la situación, se manifiesten. No es la primera vez que las peluquerías de señoras y caballeros protestan, sólo que es un sector que no está muy acostumbrado a hacerlo y se les nota la bisoñez y la timidez, pero como hete aquí que, concretamente ellos y ellas, están hasta el moño, es posible que también salgan a darse un garbeo por las calles.

Las pequeñas y medianas empresas tampoco pueden más. Se les agota el fuelle y nada de lo prometido les ha llegado. Para colmo y dolor está lo del volcán “Cumbre Vieja” en la isla de la Palma. Se pide mucha solidaridad de boquilla para los palmeros, que no se traduce en lo que necesitan, además de viviendas dignas, dinero contante y sonante. Y no que los ahogan en burocracia. Ya veremos en qué quedan las promesas cuando pasen unos meses.

No veo una pronta solución a los conflictos presentes. Y no la veo porque los costes se disparan y las grandes empresas afectadas se resisten a subidas salariales, algunas de grueso calibre. Mientras la energía siga disparada, el problema crecerá como la espuma. Los empresarios no quieren ver demasiado mermados sus márgenes de ganancia, a no ser qué conviertan esos mayores costes en mayores precios. Saldríamos todos perjudicados, especialmente los consumidores. La inflación ha venido para quedarse. Si se suben precios y salarios, todavía se descontrolará más.