¿Cuándo se jodió el escritor Vargas Llosa? Antes de que se jodiera el premiado por el Nobel al dedicarse a la política defendiendo el liberalismo económico, el novel escritor en la novela “Conversación en la Catedral” ponía en boca del periodista Zavalita una pregunta sobre la situación de su país durante la dictadura del general Odría: “¿En qué momento se jodió el Perú?”.

Una pregunta cuya genialidad consiste en que nos la hemos planteado en sus mismos términos para otras situaciones como la que ahora, cuando volvemos a ver los debates políticos sobre la reforma laboral, y sobre todo las huelgas y la lucha de los trabajadores del metal en las calles de Cádiz, la de los ganaderos de vacuno de leche en nuestra comunidad, la de las plataformas en defensa de la sanidad o la de las mujeres contra la violencia machista cada mes de noviembre, nos volvemos a hacer: ¿Cuándo se jodió el sector industrial, el trabajo del campo, los servicios públicos, los derechos de las mujeres y de la sociedad civil?

¿Cuándo se jodió el mercado laboral? Como en la novela citada no fue de golpe sino en varios momentos. Desde la promulgación del Estatuto de los Trabajadores de 1.980, todas las reformas laborales del PP y del PSOE han recortado los derechos recogidos en este texto. Con el objetivo nunca conseguido de disminuir el paro se abarató y facilitó el despido, y se crearon nuevos contratos temporales de diverso tipo y distinto nombre (de aprendizaje, en prácticas, de fomento del empleo, de conversión de temporales en indefinido), todos con incentivos fiscales o subvenciones públicas a las empresas. Se continuó mediante los convenios sectoriales que atomizaban las relaciones laborales hasta convertirlos en convenios individuales en lugar de colectivos, o anulando la ultraactividad de éstos que apremia para firmar malas condiciones laborales para no quedarse sin ninguna.

¿Cuándo se jodió la expectativa de que los hijos vivieran mejor que sus padres? A medida que se jubilaban los trabajadores con derechos acogidos al Estatuto, los contratos temporales y el despido barato nos han llevado a la precariedad insostenible del empleo para los nuevos trabajadores, amenazados además por las altas tasas del paro, que no se han evitado con las reformas laborales tan bienintencionadas de los sucesivos gobiernos. Y que nos lleva a extender la frase de que nuestros hijos son “la primera generación que vive peor que sus padres”, a varias y sucesivas generaciones de nietos y biznietos, y tataranietas que por ser mujeres sufrirán la brecha salarial.

Ahora, cuando volvemos a ver las huelgas en la industria, las protestas del campo, la defensa de los servicios públicos, la eterna lucha de las mujeres hacia la igualdad, decimos que sí, que nos jodieron los derechos laborales

¿Cuándo se jodió el empleo público? Tal vez cuando se empezó a ver a los funcionarios como los privilegiados del trabajo asegurado de por vida mientras los trabajadores del sector privado sufrían las reformas laborales y perdían derechos; quizás por la falta de solidaridad de los empleados públicos con otros trabajadores en las movilizaciones de protesta por esa pérdida; también cuando la temporalidad llegó al sector público a base de aumentar las interinidades, porque se congelaban las oposiciones y se reducían los funcionarios para saldar las deudas de la mala gestión política echando la culpa a los trabajadores de los servicios.

¿Cuándo se jodió el servicio público? Con la disminución de funcionarios y el aumento de los contratos interinos, se empezaron a deteriorar servicios tan importantes como la sanidad, la educación, los servicios sociales en general y los servicios administrativos que son necesarios para sostener la actividad de las administraciones que gestionan el dinero público de todos. Ayudó la idea de que hay que bajar los impuestos porque el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos. Y la otra idea peregrina de que cada cual se pague de su bolsillo los servicios que usa, que nos ha llevado a los copagos farmacéuticos de los jubilados y a la amenaza de “copagar” las consultas médicas. Y nos ha impedido avanzar en la gratuidad de la educación universitaria para los jóvenes o a que sus abuelos no puedan pagar una residencia.

¿Cuándo se jodió el sistema de pensiones? Cuando los viejos empezaron a ser una carga en lugar de personas respetables que habían sacado adelante a su familia, a su empresa y a su país. Cuando se dijo que las pensiones peligraban porque los jubilados vivían muchos años y se promovieron los planes de pensiones de la banca. Cuando se estableció que las pensiones se pagaran sólo con las cuotas de la seguridad social y no con los impuestos generales como otros derechos. Cuando se sigue diciendo que se jubilan los niños del baby boom o generación boomer, y se aumentan las cuotas a la seguridad social en lugar de pagar las pensiones también con impuestos al capital.

¿Cuándo se jodió el sindicalismo? A medida que se iban amenazando los derechos por sectores –siempre ha funcionado el divide y vencerás- los trabajadores iban limitando la lucha a su empresa, a su convenio, a su servicio, a su sector. Y de la misma manera que se atomizaban los convenios colectivos, se atomizaba la lucha obrera: no era lo mismo en una gran empresa que en las pymes; ni entre trabajadores fijos o temporales. Los parados tenían que organizarse por su cuenta porque en los sindicatos se defendía más a los trabajadores con curro o a los funcionarios, que era el sector de donde se reclutaban los liberados sindicales porque podían ejercer ese derecho. La individualización de las relaciones laborales hizo aparecer miles de sindicatos corporativos para defender derechos -a veces privilegios como los de los controladores aéreos- sin pensar nada más que en ellos mismos y en su fuerza dentro de la sociedad. Hasta en los funcionarios se atomizó la reivindicación en las mareas de camisetas de colores según los servicios.

¿Cuándo se jodió la conciencia de clase obrera? La huelga se fue sustituyendo por las movilizaciones en la calle, donde las camisetas individuales sustituyeron a las pancartas colectivas. Y los cientos de banderas en las manifestaciones competían entre cientos de sindicatos para mostrar su fuerza o implantación, mostrando con ello por el contrario, la debilidad de una clase obrera dividida.

Ahora, cuando volvemos a ver las huelgas en la industria, las protestas del campo, la defensa de los servicios públicos, la eterna lucha de las mujeres hacia la igualdad, decimos que sí, que nos jodieron los derechos laborales. Pero que la única lucha que se pierde es la que se abandona: ¿Cuándo fue la última huelga general? ¿Cuándo es la próxima?

(*) Portavoz de IU

en la Diputación de Zamora