Si hace unos días agradecía a un zamorano, a mi juicio ejemplar, su implicación con el desarrollo de Zamora, al haber hecho posible que nuestra ciudad pueda contar con un campo de golf, hoy quiero hablar de algo que ya he apuntado en alguna ocasión, cual es la falta de compromiso de muchos zamoranos a la hora de valorar, apoyar y/o defender lo nuestro por encima de lo ajeno, como si en Zamora no tuviéramos de casi todo, y todo bueno.

No hay más que darse unas vueltas por las calles más céntricas de los núcleos urbanos de cualquier municipio de la provincia, incluida la capital, y por las tierras que los circundan, para comprobar la decadencia que sufre nuestra economía, tiempo atrás basada fundamentalmente en los sectores primario (agricultura y ganadería, fundamentalmente) y terciario (servicios, en general, y comercio, en particular) que hoy día, en Zamora, están abandonados a su suerte porque en su momento no supieron transformarse y crecer.

Multitud de tierras en barbecho, centenares y centenares de solares vacíos, de casas deshabitadas y no menos locales comerciales cerrados, en venta o en alquiler, dibujan un panorama desolador que mucho tiene que ver con la escasísima industrialización que padece Zamora desde tiempo ha; con la pérdida de capacidad productiva y de transformación de las principales materias primas autóctonas, que, desde que las directivas europeas entraron en escena, en no pocos casos se han visto relegadas y constreñidas por el mercado común; con lo que le está sucediendo al comercio de siempre desde la aparición del comercio electrónico, o con el daño que están sufriendo muchos núcleos rurales desde que la banca empezó a cerrar oficinas y a implantar la gestión digital, entre otras causas.

Todo ello ha propiciado el éxodo masivo de los zamoranos más jóvenes a las grandes urbes del país, o del extranjero, en busca de trabajo y de un futuro mejor, lo que ha generado despoblación y ha acelerado el declive en el que ya se encontraba nuestra economía a finales del siglo pasado tras el cierre, o el traslado progresivo a otras poblaciones de mayor rango de las empresas que más empleo generaban en Zamora.

Ha llegado la hora de hacer saber a los políticos que existimos, y que si quieren contar con nuestro apoyo, se lo tienen que ganar, y no solo con promesas sino con hechos

Y si a cuanto ha quedado dicho se añade la imparable dinámica que se está imponiendo en el discurrir de la vida diaria, que viene marcada por el desarrollo, cada vez más veloz, de las nuevas tecnologías, que no a todos convencen, o cuantos quedamos por aquí nos proponemos revertir la situación conjugando y haciendo valer el verbo zamoranear, o apaga y vámonos porque a la vuelta de la esquina -no más de una decena de años- Zamora entera tendrá que poner el cartel de “SE VENDE” porque de su esencia no quedará más que el románico y su legendaria historia; y del romanticismo, que yo sepa, no se puede vivir.

¿Que qué es zamoranear? Pues puede ser todo lo bueno que cualquier zamorano esté dispuesto a hacer por su tierra para que no siga perdiendo “enteros” y eso evite su desaparición, si no de los mapas políticos y geográficos, si de los demográficos y económicos. Y si no, tiempo al tiempo.

Zamoranear puede ser apostar por Zamora y por todo lo zamorano, invirtiendo aquí y no fuera, y comprando aquí y no fuera, y a ser posible, siempre productos zamoranos, o lo que es lo mismo, no haciendo más ricos de lo que ya son, entre otros, a los señores Bernard Arnault y Jeff Bezos, propietarios de los imperios Louis Vuitton Moët Hennessy y Amazon respectivamente, adalides del comercio online, que acumulan fortunas superiores a los 190.000 millones de dólares cada uno. Y todo, porque desde un tiempo a esta parte se ha puesto de moda comprar por Internet, y no cualquier cosa sino, muchas veces, los productos y complementos más caros del mercado, eso sí, a precios con los que el comercio tradicional solo podrá competir si “se pone las pilas” y se agrupa para poder comprar más barato y vender a mejor precio, e incluso, también por internet. Si no lo hace así pronto tendrá que cerrar sus puertas porque contra el comercio electrónico nada podrá hacer. Difícil, pero, espero, no imposible.

Y lo mismo se podría decir de la hostelería o del turismo, pues los que se están dedicando a dar casa y/o comida de otras formas se están “merendando” buena parte de la demanda del sector y haciendo mucho daño a los restauradores y hosteleros de tradición, porque los tiempos cambian y, como diría Miguel de Unamuno: “El progreso consiste en renovarse”, ya que la otra alternativa es dejarse ir, hasta morir.

Zamoranear puede ser, a la hora de plantearnos hacer un viaje, optar por viajar por el interior de nuestra geografía, e ir a conocer cualquiera de los lugares, parajes o rincones de los muchos que se encuentran, embellecen y dan vida a nuestra provincia, antes de empeñarnos en ir a conocer y gastar en otros territorios, cuando apenas conocemos el nuestro.

Aunque solo fuese de vez en cuando, no estaría mal que todos los zamoranos nos propusiésemos acercarnos a visitar y recorrer las distintas comarcas que conforman nuestra “patria chica”. Seguro que si lo hiciésemos nos sorprenderíamos de la variedad y belleza que, vayamos por donde vayamos, nos podemos encontrar.

Zamoranear es, sin duda, valorar y enseñar a valorar a cuantos nos encontremos o podamos conocer, sea donde sea, las excelencias de los productos de nuestra tierra, pues a vinos, quesos, carne de ternera, de cordero y de cerdo, garbanzos y lentejas, pimientos y ajos, y no sé cuántos productos más, nadie nos gana ni nos puede ganar si somos capaces de “venderlos” con todas nuestras fuerzas y también con corazón.

Y si, además, siendo consecuentes con nosotros mismos, es decir, siendo los primeros consumidores de todos ellos, siempre que vayamos a comer a cualquier restaurante, o a comprar en cualquier establecimiento, tanto en nuestro territorio como fuera de él, nos acostumbramos a pedir un buen vino de Toro, o de los Arribes, uno de los muchos excelentes quesos zamoranos, que los hay por doquier, o cualquier producto de nuestra tierra, con denominación de origen, indicación geográfica protegida, o marca de garantía que podamos conocer y queramos demandar, pues también estaremos zamoraneando porque cuanto más demandemos los productos de nuestra tierra mayor promoción de ellos estaremos haciendo y, seguro, en algunos casos, estaremos propiciando el que aquellos a quienes pudiéramos demandárselos los busquen, los adquieran y los incluyan en sus cartas, o llenen con ellos las estanterías de sus supermercados para que cuando volvamos a visitarles nos los puedan ofrecer.

Zamoranear puede ser convertir a Zamora, capital, y a cuantos de sus pueblos y villas “se quieran subir al mismo tren” en los municipios más tranquilos, limpios, hospitalarios y seguros de España, para que tales atributos puedan ser su mejor carta de presentación y eso sirva para atraer no solo al turismo, sino también a quienes se planteen vivir en sitios en los que la contaminación, la basura y la delincuencia puedan brillar por su ausencia.

Ahora que el teletrabajo se está imponiendo como una forma más de laborar en muchas empresas, no debemos despreciar la posibilidad de hacer de nuestros municipios lugares de residencia de los teletrabajadores que, hartos de vivir y sufrir las incomodidades de las grandes urbes, puedan decidir instalarse en otras más pequeñas en las que la vida diaria no les llegue a desgastar en exceso.

Para conseguirlo es preciso que todos los zamoranos nos acostumbremos a mantener un estilo de vida, basado en el respeto y en las buenas costumbres, que trascienda más allá de nuestras fronteras, sea fiel reflejo de nuestra identidad y sirva de reclamo y escaparate de cuanto podamos ofrecer a quienes se nos quieran acercar.

No ensuciar, es decir, no tirar al suelo o “abandonar” en ningún lugar residuo ni elemento alguno -colillas, envases, vasos, botellas…etc.-; reciclar todo lo reciclable; reutilizar cuanto sea menester; evitar en lo posible la generación de emisiones a la atmósfera que puedan ser contaminantes; no provocar ruidos innecesarios que puedan perjudicar a terceros; no pintar sin sentido muros y paredes; respetar a todo el mundo y saber hacerse acreedor al respeto de los demás; ser custodio de lo propio y de lo ajeno…. En definitiva, comportarnos como mandan los cánones de la buena educación puede ser también una espléndida forma de zamoranear y una manera de entender la vida que haga que nos sintamos mejor y que quienes nos visiten puedan apreciar y, por qué no, eso les haga plantearse su traslado a una tierra en la que todo el que llegue pueda sentirse bienvenido.

Que todos los zamoranos seamos los mejores “comerciales” y los mejores “embajadores” de lo nuestro, sin duda alguna, también puede ser zamoranear.

Zamoranear puede ser que dejemos de pelearnos entre nosotros por la política pues, ya está visto y comprobado, en nada nos beneficia seguir dando nuestro voto y nuestro apoyo a políticos que, ya lo han demostrado, sean del lado que sean, solo están a lo que digan en Valladolid o en Madrid.

Ya va siendo hora de que, como zamoranos, y solo eso, nos dejemos oír. Y para ello, es preciso que todos juntos conformemos un partido único, zamorano cien por cien, que pueda hacerse con cuantos escaños deban corresponder a Zamora en los parlamentos autonómico y nacional, convencidos de que quienes puedan llegar a representar a nuestra provincia, solo por lo que es y bajo sus propias siglas, lo harán mucho mejor y con más fuerza y predicamento de lo que hasta ahora lo han venido haciendo quienes nos han representado. Puede que esto sea utópico, pero no por eso debe dejar de ser deseable.

Hay que echar un pulso a los partidos nacionales y hacerles saber que existimos, y que si quieren contar con nuestro apoyo, se lo tienen que ganar, y no solo con promesas sino con hechos.

Ha llegado el momento de exigir a los políticos que, de una vez por todas, se tomen en serio lo de la despoblación de Zamora, como problema a solucionar, para que proyectos como lo fueron y lo pueden seguir siendo: la nueva puesta en marcha de un campamento militar en Monte la Reina; la conversión en autovía de la N-122, tramo Zamora Portugal; la recuperación del tren Vía de la Plata; las ayudas a la agricultura, a la ganadería y a la industrialización de las zonas más desfavorecidas…etc., dejen de ser una quimera para convertirse en realidad.

No sé cómo ni de qué manera, pero hemos de forzar a los parlamentarios para que sean partícipes de nuestra situación y, conocedores de ella, promuevan leyes que sirvan para impulsar el desarrollo de las provincias más despobladas, pues no es de recibo que mientras las que “van viento en popa” ven su economía crecer y crecer, Zamora y las otras que se encuentran en similar situación vayan directas al abismo sin que nadie se plantee seriamente su rescate; por eso, es urgente que nos unamos a los que están como nosotros para intentar conformar una oposición que en los parlamentos autonómico y nacional pueda pelear “hasta donde haga falta” en demanda de lo que nos deba corresponder. Eso también ha de ser una manera de zamoranear.

Zamoranear puede ser propiciar el asociacionismo en todos los sectores, pues la unión siempre hizo la fuerza, y no es admisible que muchos zamoranos sigan mirando para otro lado cuando otros buscan apoyos con vistas a la puesta en marcha y al desarrollo de un proyecto económico, una agrupación cultural, un club deportivo…etc. Criticar es lo fácil, pero generalmente no sirve de nada; por eso, debemos estar dispuestos a colaborar con cuantos emprendedores puedan surgir y darles desde el primer al último empujón para que sus iniciativas puedan prosperar, o para que no decaigan.

Zamoranear es saber poner cada uno lo mejor de nosotros mismos en favor y beneficio de la tierra que nos vio nacer, nos acogió, o, sencillamente, nos enamoró, porque, como otros ya han dicho, Zamora enamora.

Y si no quieres o no estás dispuesto a zamoranear, al menos deja de incordiar y échate a un lado porque Zamora merece que los que la amamos podamos trabajar y luchar por ella, o sea, zamoranear.

¡Por Zamora!