Empiezo por decir que no creo en los relatos apocalípticos que cuentan los agoreros tras la alerta emitida por la agencia espacial NASA y la agencia meteorológica NOAA, alertando de que una fuerte erupción solar, podría afectar tanto a la navegación con GPS como al funcionamiento de satélites de comunicación. Y no lo creo porque nos advirtieron de su inminencia a finales del pasado octubre, estamos en la recta final de noviembre y nada de lo anunciado ha ocurrido, gracias a Dios.

Amigos como son, allí, en Estados Unidos y aquí, en España, de poner nombre a cualquier fenómeno con un poco de entidad destructora, a esta tormenta solar que dijeron paralizaría el mundo y crearía el caos, la bautizaron como “Cannibal” con dos ‘enes’, que es como si fuera más caníbal todavía. A servidora porque le cuesta creer estos espeluznantes augurios, pero hay quienes invadieron los supermercados de sus barrios proveyéndose de alimentos, amén de linternas, pilas, infiernillos a petróleo o gas butano y ‘cisco’, para brasero pensando en el frío que podrían pasar.

Qué ganas tienen de meternos el miedo en el cuerpo. Nada ocurrió durante el fin de semana señalado y nada va a ocurrir que no sean lluvias, bajada importante de temperaturas, nevadas y esas cosas propias del invierno que se adelanta unas semanas. Todo ello, por cierto, alejado de ‘Filomena’ que ya hará su aparición cuando Jorge Rey, el chavalito de 14 años que predijo la anterior, mediante el método de las cabañuelas, así lo indique.

De momento, normalidad. Cannibal no se ha dejado ver. Cierto es que esa posibilidad no es descartable del todo pero resulta tan inusual que cuesta creerlo. Una tormenta solar no es una broma ya que crea un gran volumen de partículas imantadas que impactan con el campo magnético que protege la Tierra y su nivel de peligrosidad, como su ciclo de intensidad pueden ser terribles. Tengo para mí que esa posibilidad no se presentaría de golpe y porrazo, más bien iría avisando de su posible llegada poco a poco con el pertinente impacto y con una cierta frecuencia. Nada nos hace sospechar, por el momento, que eso vaya a ocurrir.

Lo que sí ocurre es que estas premoniciones o como usted quiera llamarlas ponen de manifiesto que el mundo no está preparado para imponderable alguno, ni meteorológico, ni económico, ni sanitario. Los gobiernos son muy descuidados y en lugar de prevenir, que sería lo aconsejable, prefieren seguir una política de hechos consumados que a nadie benefician y a todos perjudican. Pero, claro, ¿qué puede haber imprevisto para el que nada ha previsto? Así estamos y así seguiremos.