El incrédulo del barrio farfullaba, entre dientes: “Eso ya lo intuía yo”, “Sería la primera vez que salía algo sin necesidad de usar fórceps”. Lo decía, a propósito de la operación “Monte la Reina”. Porque parecía que la cosa iba marchando con cierta armonía, ya que se llevaba un año hablando del tema sin que nadie pareciera oponerse, cuando comenzaron a aparecer problemas. Justo cuando se empezaba a comprobar que la cosa iba en serio. Fue en ese momento cuando empezaron a aparecer los inconvenientes, y a oírse los “...sí, pero”.

Primero surgió un diputado de Ciudadanos echando por tierra el proyecto. Después los técnicos con la cosa de que los terrenos eran inundables. Y, un poco más tarde, una asociación de militares alegaba que eso atentaba a sus intereses y, consecuentemente, planteaba sus reivindicaciones. Y aunque nadie niegue a cada cual el derecho a hacer valer sus derechos e intereses, lo cierto es que se han hecho públicos todos estos impedimentos, justo en el momento en el que la moza iba a decir el “sí quiero”, ya pasadas las amonestaciones.

Se supone que quién, o quiénes, tomaron la decisión de llevar a cabo dicho proyecto fueron conscientes, en su día, de que podían surgir éstos y otros avatares y, consecuentemente, tendrán preparadas respuestas a todos ellos. Porque lo del terreno inundable debía conocerse desde hace mucho tiempo, y los eventuales inconvenientes a los que pudieran estar sometidos los militares otro tanto de lo mismo. Cierto que la salida de pata de banco de Ciudadanos no cabía esperarse, pero, aunque solo fuera por aquello de llevar la contraria, algo tenía que decir ese partido.

Mientras solo se trate de temas técnicos, o relacionados con la política de personal, la cosa podrá tener alguna solución. Lo peligroso sería que aparecieran luchas intestinas con sus correspondientes parásitos, procedentes de la clase política

Ahora, el incrédulo del barrio se pregunta cuál será el siguiente paso. Quién va a meter otro palo en las ruedas del proyecto de “Monte la Reina”. Quién será su autor. En la peña en la que participa han hecho una “porra” para ver quien acierta. Hay una mayoría que piensa que lo mismo que no hay dos sin tres, tampoco habrá tres sin cuatro.

Mientras solo se trate de temas técnicos, o relacionados con la política de personal, la cosa podrá tener alguna solución. Lo peligroso sería que aparecieran luchas intestinas con sus correspondientes parásitos, procedentes de la clase política, porque eso sería acabar con el proyecto. Tal era lo que argumentaban algunos colegas del incrédulo. Lo decían al comienzo de la mañana, mientras daban buena cuenta de un chocolate con churros cerca del Mercado.

El hecho de que una asociación de militares haya argumentado que el Ministerio de Defensa estaba haciendo algo parecido a “la trata de personas“(en alusión a eventuales traslados) deja clara su oposición de no aceptar de buen grado moverse de sus actuales puestos de trabajo. De ahí que alguno de los contertulios del incrédulo zamorano llegara a decir que “para ver a nuevos vecinos con mala cara, mejor que no vengan”.

Ese mismo colectivo militar también ha dicho que “lo único que estaba en juego era la mejora de la economía local, merced a lo que ellos y sus familias iban a aportar”. A lo que otro contertulio, mientras ensartaba un churro en la taza de chocolate, argüía que el hecho de que vinieran militares apenas iba a mejorar el PIB local y el número de puestos de trabajo. De hecho, las cifras apuntadas por una auditoría encargada por Caja Rural indican que en el caso más favorable el PIB aumentaría en dos puntos, de ahí que un recién llegado a la tertulia no entendiera muy bien lo del impacto económico.

Lo de “Cosificar a los militares como objeto de repoblación”, también argumentado por la asociación militar, no le sonó mal a otro contertulio, aunque lo cierto es que no explicó su porqué. Lo que si quedó patente, en esa reunión informal de churrería, es que ese tema, el de Monte la Reina, estaba siendo motivo de influencia en el estado de ánimo de muchos ciudadanos, que dejados llevar por la inercia de las circunstancias habían llegado a acordarse de “Bienvenido Mr. Marshall”, aunque nada tuviera que ver con aquella conocida película.