El próximo 15 de noviembre está prevista una marcha cívica en Cuba. No creo que llegue a celebrarse. Bueno es el Régimen cubano como para pasar por alto cualquier acto que tenga algo que ver con la libertad en todas sus manifestaciones, también la de expresión. Lo digo, porque el Régimen está redoblando su apuesta represiva. La represión gubernamental suele ser salvaje. Allí sólo dan estopa los esbirros del Régimen, la sociedad civil recibe los mandobles. Aquí, en la España de Sánchez, un policía le pide a un ciudadano que se ponga la mascarilla y ya sabemos lo que puede pasar, que el Policía acabe molido a palos, con heridas de diversa consideración que requieren hospitalización. Eso a cierta izquierda radical le gusta. Ver al policía en el suelo, pateado, es un espectáculo que algunos incluso viralizan desde la complacencia.

Manifestarse en Cuba es un suicidio. Un ciudadano cubano, Roberto Pérez Fonseca, que se echó a la calle, para protestar contra el Gobierno, la falta de libertades y las privaciones que sufre el pueblo cubano ha recibido un castigo ‘ejemplarizante’, no tanto por acudir a la manifestación como por romper una foto del dictador Fidel. Diez años de cárcel. Si la llega a quemar como suelen hacerlo por estos lares patrios los independentistas y ciertos activistas bien pagados, le cae cadena perpetua.

Yo no quiero para España y para los españoles lo que el Régimen hace en Cuba. Pero sí quiero para España, por parte de los españoles y de los que llegan de fuera al olor de la subvención, respeto. Aquí, quemar una foto de su Majestad el Rey, sale gratis. Y eso que es el Jefe del Estado. Aquí, calumniar, difamar, torpedear la línea de flotación de la Monarquía, el Poder Judicial, la Constitución y la mismísima Democracia, es un cometido que se han impuesto unos cuantos, incluso desde el Gobierno. Aquí, el principio de autoridad no tiene valor alguno. En los regímenes que tanto gustan a esa izquierda que se ha nutrido de sus favores, casi siempre económicos, todo lo que acabo de explicar sería considerado un acto de terrorismo con el consiguiente castigo. Cuando Valtónyc dé la cara que alguien le explique lo que ocurre en las casas de sus amigos de las distintas repúblicas bananeras.

El Gobierno cubano al que tanto jalean los de Podemos, los herederos de ETA y el independentismo catalán, no está dispuesto a relajar su persecución de la discrepancia, castigándola y reprimiéndola con dureza. Igualito que en España, sólo que al revés. Y eso que en Cuba, los disidentes, se manifiestan pacíficamente, sin las algaradas que organizan por aquí.