En plena convulsión energética, las diferencias entre el Ejecutivo y las compañías eléctricas crecen cada día que pasa en una violenta escalada de comunicados, réplicas y contra- réplicas que parece no tener fin.

El enfrentamiento está siendo especialmente duro en el caso de Iberdrola cuyo presidente cargaba a primeros del mes de octubre contra “ el intervencionismo terrorífico del Gobierno”. Son sus palabras y era la respuesta al recorte propuesto por el Ejecutivo en esos millones de euros caídos como maná del cielo en sus arcas.

Al margen del exceso verbal, el comentario supone un desafío en toda regla nada más y nada menos que al órgano constitucional que encabeza el poder ejecutivo del Reino de España. Un envite demasiado fuerte, ¿no? Sea como fuere, el descaro de Ignacio Sánchez Galán haciendo público el desacuerdo con el Gobierno de la nación en los términos en que se hizo no es propio de la sensatez y mesura que se le suponen al máximo regidor de una empresa puntera como la vasca.

¿ Se había levantado pletórico aquel día el presidente y la bufonada era consecuencia de una euforia descontrolada o realmente había algo más tras los duros calificativos? No lo sé, pero de ocultar algo habría que preguntarse con qué cartas juega el señor Sánchez Galán para atreverse a lanzar a los cuatro vientos provocaciones de tal envergadura. O, lo que es lo mismo, quién es el misterioso mentor de la compañía vasca y a cambio de qué. ¿ Un partido político, tal vez?

En este tira y afloja, hace días la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico no pudo ser más explícita. Afirmó, tajante, que “ es hora de reclamar a las eléctricas el compromiso social que tanto aparece en su publicidad”. Fue un tirón de orejas en toda regla, una forma elegante de decir a las hidroeléctricas que basta ya de palabrería, que se dejen de “rollos” y que obras son amores. La condena de la ministra a ese particular modelo de desarrollo al que no duelen prendas en hacer tabla rasa de todo lo que interfiera en sus intereses, de las personas, incluso, o del medio ambiente, era rotunda. Inequívoca y palmaria, pero no la única.

A mediados del pasado mes de agosto el secretario de Estado de medio Ambiente abogaba porque las concesiones hidroeléctricas se adaptaran a la nueva realidad del cambio climático y a finales de ese mismo mes el Bank of America, según cierto diario digital, veía riesgo de que la agencia de calificación de riesgo S&P sacara a Iberdrola de su índice Global de Energía Limpia. Son sólo dos ejemplos, pero hacen pensar que algo se mueve en el proceloso, y hasta ahora inamovible, mundo energético…

Amanece. Leo en algún sitio que Ignacio Sánchez Galán está renovando su cúpula directiva en un intento desesperado por lavar la imagen corporativa de la hidroeléctrica vasca y es entonces cuando, de pronto, me viene a la mente el dicho: “ vulpes pilum mutat, non mores” . La zorra cambia el pelo, no las costumbres. Se lo atribuyen al emperador Vespasiano en aquella Roma de los patricios hace ya más de 2.000 años, pero hay cosas que no cambian.

Y es que, Iberdrola podrá quedarse sin dientes pero no por ello perderá las ganas de morder. ¿ No creen ?