En el lapso de tiempo transcurrido a partir de 1950 hasta la actualidad, prácticamente en todos los países, el desproporcionado poder económico de los que están en la cima les ha dado una influencia desmedida en la vida política y en los medios de comunicación, en muchos casos también la capacidad de decidir qué políticas son prioritarias y que intereses acaban menospreciados.

De repente entra en la vida política el canadiense David Card, ganador de la mitad del galardón del premio Nobel de economía por sus análisis del mercado laboral. David Card, ha demostrado científicamente los efectos beneficiosos para la creación de riqueza en el mercado laboral aumentando los salarios mínimos, apoyando la inmigración y la educación.

Este premio no ha sido una ocurrencia del jurado del Nobel, la teoría de Card ha sido aceptada por muchos economistas, entre otros, por otro nobel en economía, Joseph Stiglitz, que llama a los teóricos economistas de la economía del libre mercado “fundamentalistas de libre mercado”.

La socialdemocracia, como el principio creador de riqueza, y como política de igualdad es hacer a los humanos más justos con los ciudadanos del mundo

Mientras varios comentaristas occidentales, hace tan solo dos años, estaban proclamando el fin de la historia de la socialdemocracia y el triunfo inevitable de la democracia liberal y las virtudes de la cadena de suministro mundial, pero mientras, aparece el COVID-19 como la mayor plaga mundial de la historia de los últimos cien años. La pandemia nos ha obligado a practicar una política basada en la colaboración y no en la confrontación con la que se ha demostrado, que para transformar el mundo, solo es necesario ser práctico.

En algún sitio Joseph Stiglitz, ha dicho que “nadie elige nacer de una familia humilde,” yo digo, que tampoco se elige ser hijo de JP. Morgan, pero como socialdemócrata afirmo que esto no puede ser una norma que justifique las desigualdades sociales. El talento de Ronaldo para jugar al fútbol es natural para él lo mismo que para Ugur Sahin, la manipulación del ADN para crear la vacuna contra el COVID-19, con la que ha salvado millones de vidas en todo el mundo. Ugur Sahin, es un “gastarbeiter”, que nació en Turquía en el seno de una familia que se vio obligada a emigrar a Alemania por sus condiciones económicas precarias en su país de origen, su padre en Alemania era obrero de la Ford.

Cuando viajas, eso es una suerte, porque te permite ver al mundo desde la perspectiva de la cultura europea y, entonces aprendes a amar a tu País y a tu ciudad, Zamora, con toda la fuerza del corazón. Por eso no ha sido para mí una sorpresa, que en la cuna de la socialdemocracia haya surgido el matrimonio Ugur Sahin y Ozlem Türeci creadores de la vacuna contra el COVID-19.

Es, precisamente, en estos ciudadanos donde nace la vinculación entre el talento y la ideología socialdemócrata para que nadie por su origen, condición social o religión (el matrimonio Ugur y Ozlem es musulmán) el individuo por falta de apoyo del Estado se vea relegado a un trabajo de deshollinador y no pueda llegar a la cima del mundo científico y creativo.

Tras la II Guerra Mundial tres socialdemócratas, Willy Brandt; Gerhard Schröder y Helmunt Schmidt, han ocupado la cancillería alemana y formado parte en numerosos Gobiernos alemanes, el SPD se convirtió en un partido socialdemócrata y hoy el mundo le está agradecido por haber creado las condiciones sociales para que un gastarbeiter, que sigue yendo en bicicleta a su cátedra en la Universidad, sea respetado y admirado solo por lo que ha conseguido ser por su talento.

Para ser socialista no es necesario hacer un voto de pobreza. Unas cuantas docenas de personas tienen tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad, pero nunca cae en las personas a las que tú quieres de verdad, casi siempre estás en el lado contrario. La socialdemocracia, como el principio creador de riqueza, y como política de igualdad es hacer a los humanos más justos con los ciudadanos del mundo.

(*) Portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende