Todo parece estar al revés. La acera ha dejado de ser exclusiva de los peatones. No estamos seguros ni sobre el asfalto ni sobre el socorrido lateral que nos libra de tantos males en calles y plazas. Ahora, los peatones nos vemos obligados a compartir ese espacio con bicicletas, patines y patinetes. Nos estamos jugando el físico. Y nadie hace nada por remediarlo. Me gustaría, ya que el señor Guarido tiene tantas recetas, que nos prescribiera una que, de alguna manera, nos desagraviara.

Somos muchos los peatones que nos sentimos agraviados ante la impunidad con que van y vienen, sin avisar de su paso, más bien parece que embistiendo, estos artilugios que roban protagonismo a los automóviles. Sus conductores llevan las de ganar. Los peatones llevan las de perder. Tiene que haber una normativa hecha con sentido común, ya sabemos que es el menos común de los sentidos, que a todos agrade y a nadie enfade, pero sobre todo que proteja de forma decidida a los peatones.

Lo del patinete en cuestión es una pasada. Encontrarte con un conductor a bordo de un patinete en un supermercado, empieza a ser de lo más normal. Hasta que no se carguen una estantería con todo su contenido, los del súper no van a poner remedio y los del patinete van a seguir haciendo de su capa un sayo. Mal los adolescente. Pero ¿y los más pequeños? El otro día, en un céntrico supermercado de Zamora, un chavalito que no llegaría a los 8 años le pegó un ‘patinetazo’ en todo el empeine, a una señora que, como la madre que pario al pequeño, aguardaba su turno en charcutería. Dejó a la pobre mía viendo las estrellas. No crea usted que la mama pidió perdón, ¡ni se inmuto!, encima miró con cara de póker a la buena señora que se tuvo que aguantar con el ‘patinetazo’ y el consiguiente dolor que le produjo.

Y ya que estoy en el supermercado me quedo para contarle otra, aunque esta vez no vaya sobre ruedas. Cuando papá, mamá o los dos juntos van con el pequeñín de la casa, deberían ser más conscientes y vigilar al nene. Porque el otro día, en otro céntrico supermercado, a uno de esos locos bajitos, le dio por abrir todos los paquetes de ‘Kellogs’ que tuvo a su alcance para conocer de cerca su contenido. Advertido el papá del comportamiento del nene por la encargada, tampoco estuvo dispuesto a pedir disculpas. De tales palos, tales astillas. Y así no vamos a otra parte que no sea el lío, la confrontación, el destrozo y la violencia.