Queridos amigos:

En primer lugar quiero dedicarle un recuerdo emocionado a todas las víctimas del terror que han pagado con su vida un alto precio por defender la libertad que ahora disfrutamos.

También debo decir que nadie me ha invitado a escribir esta columna sobre las declaraciones del vasco Otegi sobre los asesinatos cometidos por la organización terrorista etarra. Yo estuve destinado en Navarra entre los años 1977-1980 siendo sargento de la Guardia Civil, y ahora, junto con las canas, llevo a cuestas muchos recuerdos que me siguen pesando por hechos vividos durante aquellos años en dos bellos pueblos del Pirineo Navarro, Valcarlos y Olagüe.

Al señor Otegi ya le ha dicho casi toda la gente que le ha escuchado que ya está bien de sermones y que hacen falta algunos hechos tangibles y no declaraciones oportunistas.

Pero yo quiero referirme al ambiente sociológico difuso que me tocó soportar durante mi estancia allí. A menudo eran situaciones que gentes cultas y educadas buscaban de propósito para herir mis sentimientos de servidor del Estado, porque yo, para ellos, representaba el “Poder”. Un poder bruto que iba armado y que les era impuesto por medio de la fuerza.

El pueblo vasco, para mucha gente de mi demarcación, estaba sometido al capricho y a la crueldad de los líderes políticos nacionales.

Cuando regresé destinado nuevamente a tierras castellano-leonesas me traje las notas que había tomado después de algunas entrevistas con personas diferentes que se acercaban a nosotros y que ahora he utilizado para escribir esta columna. Supongo que con el fin de conocer nuestra formación profesional y nuestro modo de entender el laberinto vasco.

Lo que allí había ocurrido en la década de 1965-1975 era la existencia de un Gobierno fuerte y un Estado débil. El Gobierno decretaba “Estados de Excepción” para garantizar la seguridad ciudadana (orden público en el lenguaje de la época) con lo que se limitaban los movimientos, en todo o en parte del territorio nacional, de las escasas libertades políticas existentes.

Las Instituciones encargadas de garantizar la seguridad de las personas se mostraban lentas, cuando no impotentes para cumplir con su deber, en muchos casos mostraban el lado más oscuro de las conductas humanas individuales.

Al señor Otegi ya le ha dicho casi toda la gente que le ha escuchado que ya está bien de sermones y que hacen falta algunos hechos tangibles y no declaraciones oportunistas.

Un día me encontraba en la sala de recreo de un club de gol y uno de los socios, del que solo recuerdo que se llamaba Juancho –los Juanchos en Navarra abundan como las flores de mayo- me invitó a jugar una partida al ajedrez. No tuve ninguna duda de que me conocía y me invitaba para establecer un diálogo conmigo. Aunque me permitió elegir blancas, creo que en vez de jugar al ajedrez, jugó conmigo utilizando el tablero y las piezas del ajedrez. No fui un rival que le inquietara lo más mínimo durante la partida.

Con el chaleco que llevaba puesto Juancho me recordaba la obertura del héroe legendario, Guillermo Tell, de Rossini. Los genes del caserío vasco los delataba su nariz.

–Me gustaba estar cerca de Juancho porque me parecía estar al lado de alguien que podía luchar contra la barbarie en defensa de la civilización.

Al terminar la partida me dijo con cierta ironía, que me puso en posición de alerta–este es un juego de estrategia, debe estudiar más usted a Clausewizt- En ese tablero no estamos jugando, ninguna parte del territorio nacional, no hay ausencia del Estado, ni tampoco veo que haya una guerra entre Estados – le contesté-.

–Es cierto, tenemos una Nación sin Estado, pero los vascos estaban aquí antes de la Ilíada- si no he elegido mal mis lecturas las gentes que habitaban en aquella época tan lejana lo que hoy se puede definir como “País vasco” ni quiera eran tribus, había etnias de vascones, várdulos, caristios y autrigones. La generalización del término vasco es una creación cultural dinámica muy posterior. La idea que yo me he formado es la de unas etnias de aizkolaris, pastores y guerreros que hablaban dialectos diferentes que ahora los lingüistas del euskera trabajan para amalgamar para marcar diferencias y adscripción a un grupo de carácter nacionalista excluyente.

–Los vascos somos apasionados pero hoy somos la nacionalidad, dentro del Estado español, más evolucionada cultural, industrial y económicamente.

–Discúlpeme, solo quiero rebatir su ideal del crisol nacionalista vasco, en el poco tiempo que llevo aquí también he conocido algunos analfabetos bilingües, aunque usted no sea uno de ellos me gustaría hacerle una ligera observación. Hitler, con la lengua vernácula, la etnicidad superior y la evolución técnica, empezó excluyendo a los judíos, a los gitanos y después al mundo.

–La idea de crear un Estado independiente no puede realizarse solo con los elementos de la lengua, la creencia en una raza superior y la mitología. Me permito llamar su atención sobre el tema de la pureza étnica. Israel se ha creado sobre el ideal de que los “sabras” son más puros que los nacidos fuera, “askenazíes” y, a mí no me divierte en absoluto que se encuentren en estado de guerra permanente porque se han buscado a un enemigo a quien culpar de todos los fracasos. Si después de la II Guerra Mundial nos hemos dados unas instituciones que deciden sobre los territorios objeto de descolonización, no tengo ninguna duda que antes de recurrir al uso de la fuerza se necesita la aprobación de Naciones Unidas y luego la presentación del pueblo oprimido ante el mundo. Mientras, tengo el convencimiento de que se trata de un problema de “carros de combate”.

–Ya se habrá dado cuenta usted que los vacos no somos gente pusilánime y nada acomplejada, combatimos y damos la cara-. Si lo que quiere decir usted es que asesinar por la espalda, poner bombas lapa y otros artilugios compuestos con goma dos, es dar “la cara”, yo me he perdido en medio de mis convicciones militares.

Cuándo empezó a faltarnos el tiempo para seguir nos comprometimos en continuar otro día nuestra animada conversación. Así lo hicimos.

(*) Portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Peñausende.