Zamora se está convirtiendo en un experimento sociológico de primer orden. No se asusten si alguien cree que está siendo utilizado sin su consentimiento y que alguna mano negra está ensayando con nosotros, sin saberlo, como si fuéramos unos conejillos de indias en uno de esos laboratorios donde comprueban las terapias contra las numerosas enfermedades que tanto nos preocupan. Aunque el experimento en Zamora sea mucho más sencillo que todo eso, sin embargo, puede ser tan o más interesante que muchas de esas pruebas que se realizan en esos campus de investigación ultramodernos. Un ejemplo: si desde los inicios del siglo XXI hasta la actualidad somos la provincia de España cuya población más ha decrecido (-16 %) y, al mismo tiempo, en el horizonte se atisban nuevos proyectos contra la despoblación, entonces todo está muy claro: vamos a observar con atención cómo se desarrolla el proceso, empezando por comprobar si lo que se oferta en el supermercado de las promesas electorales cumple las expectativas de los consumidores.

¿De qué promesas estamos hablando? No solo de la rehabilitación del viejo cuartel de Monte la Reina, cuyos militares se esperan como agua de mayo en una provincia donde el caudal de los recursos humanos se ha visto mermado de manera considerable durante los últimos setenta años. ¿Digo “últimos setenta años”? Sí, claro, porque debemos saber de dónde venimos. Por eso no está mal recordar de nuevo que la gran fuga de población en Zamora se produjo en los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. En esas tres décadas, de esta provincia salieron 145.000 habitantes. Nada comparado con lo que sucede en la actualidad, donde el decrecimiento es principalmente el resultado del efecto de las defunciones, que superan a los nacimientos. Esa es la clave y no tanto, como piensan muchas personas, el éxodo hacia otras provincias o el extranjero, infinitamente más bajo que en las tres décadas mencionadas. Por tanto, debemos ser precisos con estos análisis si realmente nos interesa cambiar el signo de los tiempos en estas tierras.

Pero no solo con Monte la Reina debería renovarse el edificio vetusto de Zamora. Con ser relevante, no dejaría de ser una buena mano de pintura. Se necesitan más intervenciones para reformar lo que empezó a deteriorarse hace más de setenta años. ¿Y entonces qué podemos hacer? Disculpen si me cito, pero casi todo aparece en mi libro “Voces desde el Oeste. Una radiografía provocadora de Zamora y sus gentes”, publicado en 2002 y que, cada vez que lo cojo entre mis manos, sigo pensando que todo lo que ahí se escribe (diagnóstico, propuestas, medidas, acciones) sigue siendo muy útil en la actualidad. Por tanto, llegados a este punto, ¿no creen que Zamora es un territorio donde los experimentos sociológicos se vienen realizando desde hace mucho tiempo? Aquí podemos comprobar si los análisis que se realizan son correctos o si los proyectos que se ejecutan producen los efectos deseados. Porque, al fin y al cabo, eso es un experimento: demostrar si algo funciona o, por el contrario, hay que mandarlo a la papelera de reciclaje.