De un tiempo a esta parte, ha empezado a proliferar el uso de una palabra que, hasta ahora, parecía no haber existido: “resiliencia”. Pero se ha puesto de moda, y si se quiere estar al día hay que usarla, cuantas más veces mejor. Se utiliza para definir el comportamiento de los seres humanos ante las adversidades, para medir cuanto es capaz de aguantar. De manera que si se tiene una alta resiliencia se aguanta cualquier empellón, y se recupera uno fácilmente, volviendo a ser el que se era antes del incidente.

Con esta palabra está pasando como ocurrió hace unos años, cuando le dio a la gente por emplear el vocablo “herramienta” para definir cualquier tipo de ayuda que se pudiera utilizar para resolver determinado problema, ya fuera económico, legal o político. Y claro, aunque pueda entenderse así, lo cierto es que la palabra “herramienta” está definida por la RAE como “Instrumento, por lo común de hierro o de acero, con que trabajan los artesanos”, que poco tiene que ver con el uso que se le está dando ahora. Así, determinado ministro puede decir que de no resolverse tal problema no hay que preocuparse, porque el ministerio dispone de las suficientes herramientas para arreglarlo. Yo, claro, al principio, me imaginaba a los subsecretarios con la llave grifa moviéndose por los despachos, y a los directores generales con el alicate pelando cables. Pero, poco a poco, lo he ido asimilando.

No es que esté mal el uso de metáforas, incluida ésta, pero cuando se repite machaconamente por todo el mundo, todos los días, y sobre cualquier tema, al menos a mí se me hace cargante

Ahora han sacado a la palestra lo de la” resiliencia” y ocurre algo parecido. En lo que a mí respecta, lo cierto es que no había vuelto a encontrar ese término desde la época en la que estudiaba las deformaciones en los materiales, con aquella famosa curva que contenía la resiliencia, la deformación permanente y la fractura del material ensayado. Resiliencia era el tramo de la curva “fuerza-deformación”, que indicaba la capacidad del material para absorber energía elástica, cuando era deformado por una fuerza exterior; y de cederla después, cuando se dejaba de aplicarle la carga. Pero claro, cuando se maneja este vocablo en relación con los seres humanos, pues, lógicamente, se refiere a otra cosa, que, término a término, puede ser fácil de extrapolar. Y es que, parece ser que, a partir de 1972 se empezó a usar también lo de “resiliencia” en las ciencias sociales, “robándole” ese término a la Física. Y desde entonces los psicólogos vienen utilizándolo. Pero ahora se lo han aprendido los políticos y, para presumir de estar al día, lo están soltando cada dos por tres, venga o no al caso.

Algo parecido ocurrió también, en su momento, con la expresión “poner el foco”. En lugar de decir lo que se ha dicho toda la vida, o sea lo de “centrar la atención”, “mirar de manera preferente” o “destacarlo sobre lo demás”, a la gente le dio por decir lo de “poner el foco”. Poner el foco para que se ilumine determinado tema y destaque sobre los demás. Algo que siempre se ha hecho con los actores de teatro y los cantantes, con la intención de que luzcan más en el escenario. No es que esté mal el uso de metáforas, incluida ésta, pero cuando se repite machaconamente por todo el mundo, todos los días, y sobre cualquier tema, al menos a mí se me hace cargante.

En la cosa deportiva sucede algo parecido. En el fútbol, a los periodistas les ha dado por decir que determinada jugada se está desarrollando en la zona de “los tres cuartos”. De todos es sabido que lo de tres cuartos viene a decir que después de dividir algo en cuatro partes se toman tres. Pero la duda está en saber cual es ese algo: si es el campo propio, el del contrario, o el conjunto del terreno de juego. Yo, la verdad, es que no he llegado a enterarme, de manera que cuando escucho o leo alguno de esos comentarios me pierdo totalmente. No acierto a saber por dónde se desarrolla la jugada en ese momento. Entre otras cosas, porque esa supuesta división en cuatro partes no aparece marcada en ninguna parte, de manera que hay que imaginarlas, como también imaginamos donde puede encontrarse el alma, o incluso el teléfono móvil cuando se nos pierde por casa, que lo mismo se encuentra en el cuarto de baño que debajo de una almohada. Así que sería interesante que alguien explicara que, si la jugada se desarrolla en “los tres cuartos”, al menos precise en cuál de los tres, y donde se encuentra el otro cuarto restante.