La vida cotidiana no deja de sorprendernos. Si se fijan, solo hay que andar por el mundo con los cinco sentidos bien activados para darse cuenta del sinfín de historietas, dilemas o conflictos que nos rodean. Por ejemplo, el viernes, mientras hacía tiempo para asistir al acto de inauguración del nuevo curso académico de la UNED en Zamora, con el homenaje a quien ha sido su director durante tantos años, Juan Andrés Blanco, me acerqué al Mirador del Troncoso, que no visitaba desde hacía mucho tiempo. En la entrada me recibieron unos fragmentos de poemas de reconocidos e ilustres poetas zamoranos. Y me gustó. Un poco más adelante, en el recinto circular que mira al río, me topé con un muro repleto de pintadas, citas, frases, insultos y cabreos. Aunque lo que observaban mis ojos no era nuevo, sin embargo, a esas horas de la mañana, lo que para muchos podía ser una guarrería, se convirtió en un cuadro original que debía interpretar correctamente. Y como el contenido era muy diverso, aquí sigo, dándole vueltas a la cabeza.

Pero las sorpresas también pueden llegar por otros motivos. Me detendré en los conflictos sociales que durante los últimos tiempos están surgiendo en numerosas zonas rurales de España. Y aquí quiero llegar, porque, hoy por hoy, es en el medio rural donde las movilizaciones, las protestas y los actos reivindicativos están a la orden del día. ¡Quién lo iba a decir! Otra sorpresa mayúscula para toda esa pléyade de leguleyos que piensan, escriben o defienden que en las áreas rurales nunca pasa nada o que los cuatro gatos que residen en la España vaciada apenas tienen fuerzas y energías para seguir adelante. Y se vuelven a equivocar. El ejemplo de “La Revuelta de la España Vaciada” es todo un síntoma. Ayer volvimos a verlos y escucharnos en Tábara, compartiendo sus propuestas y reivindicaciones. A esta gente hay que levantarle algún monumento cuanto antes. Su tenacidad es un ejemplo para todas las personas que sueñan con un medio rural vivo y sostenible, pero también para quienes creen que otro mundo sigue siendo posible.

¿Y qué decir de las movilizaciones contra la protección del lobo como especie cinegética, de las concentraciones en contra del cierre de los consultorios locales y a favor de una sanidad digna en los pueblos, de los reparos a la construcción de los nuevos parques eólicos proyectados en la comarca de Sayago o de las críticas contra las macrogranjas que se siguen anunciando por aquí y por allá? Solo son cuatro ejemplos muy recientes de las nuevas conflictividades sociales en el medio rural. Todo un síntoma de las energías que aún circulan por numerosos lugares de Zamora y por los de otras zonas de una España históricamente olvidada, no solo por quienes nos han gobernado desde los tiempos más remotos, sino por el conjunto de una ciudadanía cuyos horizontes de vida se han situado en otros espacios y en otros territorios. Por eso es importante seguir dando la tabarra. Con protestas y manifestaciones, pero también con las innumerables ideas, sugerencias y propuestas de desarrollo rural que se están poniendo sobre la mesa.