Cuenta la maravillosa e imaginativa Mitología Griega que el rijoso y tirano Zeus, dios máximo del Olimpo, se cabreo mucho con el titán Prometeo porque éste entregó el fuego a los hombres y, además, formó uno de barro y le insufló vida. Zeus planeó una venganza retorcida. Pidió a su hijo el dios-herrero Hefesto, feo y cojo pero hábil, que modelara una mujer perfecta para que fuera la esposa de Prometeo. La llamaron Pandora y varios dioses y diosas la bendijeron con preciosos dones: la sabiduría, la elocuencia, el talento para la música, la belleza. Zeus le entregó una caja, magnífica y herméticamente cerrada, como regalo de boda para su futuro marido. Pero Prometeo era astuto y desconfió enseguida del obsequio y, sobre todo, de quien lo enviaba. Así que no recibió ni a Pandora ni a la caja. Los remitió a su hermano Epimeteo, que le prometió precaución y prudencia, pero en cuanto vio a Pandora perdió la cabeza. La tomó por esposa y, pese a las advertencias de que no abriera jamás la caja, la abrió. Y se desparramaron por el mundo todos los males que estaban encerrados en el recipiente: enfermedades, guerras, hambre, calamidades, asesinatos, querellas. Cuando Epimeteo, horrorizado ante tamaña visión, bajo la tapa, ya solo quedaba dentro la esperanza, que algún dios había colocado dentro para que no fuera todo tan negativo. Así nació el mito de la Caja de Pandora, que explica, desde hace siglos y siglos, mucho de lo que nos ocurre a los humanos. Otras interpretaciones vinieron después. Y vendrán más.

El mito griego no aclara si en la caja figuraban también la corrupción, el chanchullo, el fraude. Tal vez entonces no fuera un mal que estremeciera al pobre Epimeteo. Ahora, sí. Zeus sabía bien cómo tentar a los humanos. A la vista está.

Pandora y su cajita han tenido siempre vigencia. Pasa el tiempo pero su popularidad no merma ni aunque los sucesivos ministerios se hayan cargado el griego en la enseñanza y los jóvenes ignoren los mitos antiguos. No figuran en el móvil ni en las tablets ni en Instagran. Zeus, Prometeo, Atenea, Apolo y demás suenan a chino. O no suenan. Pero de repente, zas, alguno se pone de moda. Ha ocurrido esta semana con Pandora. Saltó la liebre el lunes pasado cuando la prensa publicaba titulares como: “Los negocios opacos de 35 líderes internacionales y 600 españoles”. ¡Bombazo! Bajo el epígrafe de “Los papeles de Pandora” se recogía un resumen, amplio, eso sí, de cerca de doce millones, ¡¡doce!! de documentos filtrados procedentes de 14 despachos especializados en operaciones en paraísos fiscales para ocultar cuentas bancarias, crear sociedades ficticias, encubrir ingresos y ganancias… en fin, todo un rosario de trucos, legales o vaya usted a saber, para, venga adivinen, sí, hombre, sí, para, ¡premio al caballero!, no pagar impuestos o apoquinar lo menos posible. Y lo hace gente rica, muy rica, poderosa, muy poderosa, como si los millones que poseen no fueran suficientes para darse una vidorra de padre y muy señor mío. Ansiosos.

Los números que están revelando los medios de comunicación son estremecedores. Ahí van algunos: 35 jefes y exjefes de Estado implicados; más de 330 altos cargos y políticos en 91 países; 600 informadores, aliados con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, leyendo papeles y mas papeles, años y años investigando, confirmando, las maniobras para engañar al fisco; paraísos fiscales de toda laya y condición (Islas Vírgenes Británicas, Belice, Islas Cook, Bahamas); figuras rebuscadas (fideicomisos, sociedades interpuestas, archivos mercantiles opacos); pérdidas multimillonarias en los erarios públicos y así hasta casi el infinito.

Y luego están los nombres propios. También ponen los pelos de punta. Empezando por el rey Juan Carlos y la inevitable Corina. Y el ex británico Tony Blair. Y el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan. Y el rey Abdalá II de Jordania. Y el entorno más cercano a Putin. Y el presidente chileno Sebastián Piñera. Y el ministro de Economía de Brasil. Y Julio Iglesias, nuestro cantante más universal y más españolísimo. Y Mario Vargas Llosa, premio Nobel y gran liberal que riñe a los latinoamericanos por votar mal. Y Pep Guardiola, perfecto en todo y ya declarado separatista, que aprovechó la amnistía fiscal de Rajoy (ahí sí se sintió español) para regularizar una cuenta en Andorra que abrió cundo jugaba en Qatar y mantuvo sin declarar a Hacienda mientras entrenaba al Barça. Y los Legionarios de Cristo, organización ¿religiosa? protegida por el Papa Juan Pablo II, que llevaron la friolera de 295 millones de dólares a sociedades opacas, entre ellas fondos españoles.

Pandora ha vuelto. El mito griego no aclara si en la caja figuraban también la corrupción, el chanchullo, el fraude. Tal vez entonces no fuera un mal que estremeciera al pobre Epimeteo. Ahora, sí. Zeus sabía bien cómo tentar a los humanos. A la vista está.