Lo de Irene Montero hace tiempo que me preocupa. He escuchado el docto dictamen de distintos psicólogos que muestran la misma preocupación que servidora a causa de los arranques de la ex del ex. A esta chiquita no le importa gastarse casi 70.000 euros en mover muebles y papeles de su ministerio, tan sólo dos años y ocho meses después de su entrada en Moncloa, ¡qué bien se dispara con pólvora ajena!, y sin embargo vuelve a meter las narices en las empresas españolas hasta el punto de que su loco ministerio ha presentado un protocolo por el que las empresas deberían regirse, vigilando y controlando si sus trabajadores lanzan “miradas impúdicas”. La cosa se les pone muy mal, señores, si a esta chica se le sigue dando cancha.

Por más que lo intento, no la entiendo. No entiendo esa especie de odio, rencor, resentimiento, malquerencia, inquina, llámelo usted como quiera, que esta chiquita destila hacia los hombres. ¡Jobar con el feminismo de la cuarta ola! Las de la primera ola, las sufragistas, no tenían el descaro y la animadversión que guía a las de la cuarta ola. Si la cosa sigue un crescendo natural como parece, los hombres, en España, ya pueden atarse los machos. Cuando la quinta ola nos inunde, no van a poder ni salir de casa.

Las empresas españolas, cargadas de problemas y vicisitudes, no tienen otro pito que tocar que ponerse a vigilar la mirada que sus empleados dirigen a sus empleadas. Hay miradas para todos los gustos: miradas que matan, miradas que desnudan, miradas fijas, miradas sostenidas, de reojo, morbosas, de culpa, misteriosas y un etc. la mar de largo. Como en las Cortes españolas, hará falta un intérprete en las empresas patrias, para que dilucide sobre el tipo de mirada. ¿Cuál será la diferencia entre una mirada impúdica y una mirada lasciva? Con papel de fumar, oiga.

Se me ocurre, y si la mirada impúdica es de una mujer a otra mujer, ¿cómo tiene que actuar la empresa en consecuencia? ¿Cómo se resuelve eso? Y si la mirada lasciva es de un hombre a otro hombre ¿qué se debe hacer? Como si en España, a causa de la políticas del Gobierno, no tuviéramos más problemas que el de vigilarnos los unos a los otros. No queremos delatores. No queremos chivatos, no queremos escrutadores. Queremos trabajar y vivir en paz. Más vale que manden a los chivatos a vigilar el fraude que hay en el paro, en ciertas subvenciones millonarias, en el PER de Andalucía y Extremadura o como quiera que se llame ahora. No hay impudicia peor que la del fraude y la corrupción.