La XXV edición de las “Edades del hombre” se muestra en tres hitos señalados del Camino de Santiago: Burgos, Carrión de los Condes y Sahagún. Además de la impronta peregrina que tiene la ubicación de las obras de arte escogidas para esta edición, la figura de María es la estrella y protagonista destacada del conjunto de obras de arte que contemplamos en cualquiera de las tres sedes mencionadas. Se diría que esta vez son “Las Edades de María”, por la cantidad de piezas que la representan y porque con ellas seguimos la cronología de su vida desde la concepción inmaculada hasta su dormición, tránsito a los cielos y coronación, representada ésta en la bella vidriera del cartel anunciador.

No descubrimos nada nuevo al decir que en María el pueblo creyente encontró un atajo para llegar a la divinidad, de ahí tantas invocaciones que la reconocen como mediadora e intercesora.

Ya tocaba esta antología iconográfica de la madre de Dios y madre nuestra. Sobra decir que lo merece pues también vemos que, por si fuera poco el ornato artístico que a lo largo de la historia siempre tuvo, son incontables las catedrales y templos que se construyen en su nombre, algunas como la de París con el escueto apelativo de Notre Dame: Nuestra Señora. Una superwoman que está en el parteluz de todas esas megaconstrucciones que nos asombran y embelesan, como la catedral de Burgos que celebra su octavo centenario. He aquí donde el lema de esta edición de las Edades se hace realidad a través de las ojivas, vitrales y crestería de la catedral gótica: LUX. La airosa mole labrada es un sacro joyero afiligranado que refleja brillantemente la frase evangélica: Donde esté tu tesoro allí también estará tu corazón. Y corazonada tuvo aquel obispo, Mauricio, cuando se le antojó, durante su estancia en Francia, una catedral como las que allí se levantaban, mucho más esbeltas que las del viejo estilo románico. Con el apoyo real el ambicioso proyecto se lo toma como suyo la ciudad que a orgullo tiene haberlo concluido, piedra a piedra, siglo a siglo.

Burgos será el faro del nuevo estilo gótico para la península aunque no sin contratiempos pues la cúpula central sufrió un derrumbe, lo que no fue obstáculo para alzarla de nuevo como hoy la podemos contemplar, filtrando la luz del cielo a través de un celaje de piedra asombrosamente translúcido.

La de Burgos es a España lo que la de Florencia a Italia: dos catedrales emblemáticas tanto por belleza como por igual siniestro.

El museo de la catedral burgalesa redunda en lo que decíamos al principio: la Virgen María copa mucha parte de las obras expuestas, alguna de autor tan importante como Carreño de Miranda en el lienzo titulado Imposición de la casulla a San Ildefonso.

Lux. Las Edades de Ella

En Carrión de los Condes, villa palentina repleta de historia y monumentos, se desarrollan los capítulos expositivos: Ave María, Tota pulchra y Virgo et Mater. Dos templos acogen piezas de extraordinaria calidad y belleza..

Felipe Vigarny, Alonso de Berruguete, Juan de Juni. aportan a esta edición obras de extraordinaria calidad, propia de genios del Renacimiento español. También podemos ver tallas de Gregorio Fernández, Juan Salvador Carmona y Pedro de Mena, entre otros.

En la iglesia Santa María del Camino el capítulo titulado Ave María se abre con tres Anunciaciones, a cuál más bella, una de ellas procedente del Museo catedralicio de Zamora. También son de destacar las Inmaculadas, entre ellas una de Gregorio Fernández, y otra en contrapunto y contemporánea, de Isabel Guerra.

En la Iglesia Santiago Apóstol, de famosa e historiada portada románica, el capítulo Virgo et Mater se ilustra con obras que hacen alusión a ambas veneraciones: como Virgen y Madre. Tendríamos que extendernos demasiado para describir la colección de joyas artísticas que este espacio reúne desde Pedro Berruguete a Alonso Cano. El catálogo de obras maestras en dicho templo se cierra con dos, procedentes de Zamora: “La Virgen de la leche coronada por ángeles”, prestada por la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, de Morales del Vino, y “La muerte de San José”, un grupo escultórico de sorprendente originalidad traído del Hospital de la Piedad de Benavente.

En Sahagún nos recibe la Virgen de la Peregrina, en el santuario del mismo nombre, como lo viene haciendo desde siglos a los que van por el Camino que bordea el otero donde se eleva el bello templo restaurado. De nuevo María y su Hijo aparecen en un momento crucial que vivieron juntos: “Las bodas de Caná”, bella tabla de Fernando Gallego procedente de Arcenillas.

Seguimos y vemos dos piezas que son de lo mejor de las Edades; me refiero a los bustos del Ecce Homo y La Dolorosa (sacra contemplación), de Pedro de Mena, procedentes del Museo diocesano de Zamora. Una “Piedad” de Coomonte es obra contemporánea de un artista de nuestra tierra que entiende de la Pasión y dialoga con los maestros antiguos.

En la iglesia mudéjar de San Tirso, de inconfundible traza de ladrillo, artísticamente aparejado, acaba esta edición de las Edades con el capítulo titulado Salve Regina. Una Resurrección de arte hispanoflamenco procedente de la Iglesia de San Sebastián de los caballeros, de Toro, es la primera pintura que contemplamos al entrar. También nos detenemos en una “Dormición de la Virgen”, de madera policromada muy bella, y con acierto expuesta para apreciar todo su encanto. Cuando parecía que nuestro espíritu había recibido suficiente alimento artístico, poco antes de finalizar el recorrido nos deleita la apacible escena de la “Virgen con el niño” de Juan de Juni, uno de los imagineros más expresivos, con dominio del escorzo y la gestualidad, como lo reflejó en tantos pasos de su autoría, y en la talla que nos ocupa, haciendo alarde de delicadeza y ternura.

Esta breve relación y comentario de joyas artísticas, repartidas por las tres sedes mencionadas en medio del Camino de Santiago, se queda pequeña y pobre ante los versos de “Veinte poetas de hoy cantan a Nuestra madre la Virgen María”, libro editado por La Fundación Edades del hombre para esta ocasión, del que copio una estrofa de Enrique García-Maíquez, a modo de flor última para Ella: vitral, vientre Dios y bienaventurada.

“Oh tú, la más mujer y entre todas bendita/ tú qué hiciste el Magníficat, mi canción favorita,/ déjame en estas páginas, tu que puedes, escrita/ una pequeña chispa de Luz infinita”.