Yo voté a Podemos, que quede claro, porque sus propuestas me parecieron razonables, sencillas y justas. A lo mejor parecían irreales, pero bueno, le daban frescura a una política aburrida y ramplona.

Ahora mismo no les votaré.

Porque se han perdido en lo políticamente correcto y han dejado la realidad de lado.

Se ha prohibido la caza del lobo, creo que un poco alegremente; se han dejado llevar por las opiniones, que no las razones, de quienes tienen “telepatía con el lobo”; en lugar de intentar conciliar intereses entre las diferentes partes que pretenden apropiarse del animal, no ya como bandera de reivindicaciones personales, sino como objetivo de negocio. Puesto que, junto a inadaptados sociales que usan el lobo para dar rienda suelta a sus carencias sociales, coexisten empresas de turismo que piden la eliminación de cualquier actividad humana que, por cierto, lleva varios milenios asentada en la zona, con el fin de que sus clientes vean al lobo en su ambiente natural; o sesudos estudios bien remunerados con becas o subvenciones para libros que nos ayuden a entender lo que ya hace bastante tiempo se entiende. En fin, que el pobre animal tiene que sobrevivir en un entorno que, afortunadamente para él, se va despoblando de seres humanos. Aunque éstos sean ruidosos y desagradablemente ignorantes en sus propuestas para la gestión del lobo.

La realidad es sencillamente… real. Los lobos aparecen muertos en cepos sanguinarios o lazos crueles, cuando no de un tiro a traición y sin mérito. O se les ahuyenta mediante bárbaros incendios que arrasan con años y años de vida forestal, sobre la que se asientan tantos y tan variados seres vivos que forman parte de ese entorno que nos soporta y que necesitamos.

La sociedad desde sus diferentes ámbitos, intenta que la convivencia con el lobo sea lo más beneficiosa para todos. Aunque a mí me parece que el lobo es el olvidado, y es el protagonista.

Veamos, los lobos son animales que tienen un comportamiento que no voy a explicar aquí, que ya hay muchos estudios. Y ese comportamiento entra en conflicto directo con los bienes humanos (no, los lobos en ésta parte del mundo no son animales peligrosos, normalmente huyen antes de cruzarse con un ser humano): matan ovejas, comen terneros, matan perros… “dan sustos”. Y lo peor es que es un animal listo que reconoce las oportunidades de alimentarse fácilmente y persiste en sus ataques a ovejas, especialmente, y otras crías de animales grandes. ¿Y qué se les ha ocurrido a los “lumbreras” del ministerio para resolver ese problema? Que esos lobos problemáticos sean “gestionados” por empleados del estado.

No… Me niego.

Si hay que eliminar a un lobo, lo justo es que ese animal que, atención, es un recurso, genere algún tipo de beneficio.

Se argumenta que es mejor pagar los daños que la fauna salvaje genera en los ganados. Bueno, puede ser, si no fuera tan caro e innecesario; además la picaresca, o el fraude, es demasiado miserable como para aceptar éste modelo de indemnizaciones. Hay empresas de ganadería en plenas zonas de lobos, que no tienen bajas por enfermedad; todas sus bajas son por culpa de los lobos y aun sabiéndolo, los funcionarios correspondientes tramitan los expedientes de indemnización. El Estado es tonto.

En mi opinión se podrían, se deberían cazar legalmente.

Porque la caza del lobo es un reto, no es fácil cazar un lobo. Aunque se pueda cazar en una batida, no deja de ser un lance accidental que probablemente representa más problemas que satisfacción y mucho menos desde que se ha prohibido su caza.

En mano es también bastante aleatorio y no tiene más mérito que el de lucir la pieza cobrada, y cualquier beneficio que pudiera resultar del sangriento acto se reduce a mera estadística, pues matar un lobo que no se sabe si ataca a rebaños es bastante ridículo.

La mejor, más justa y eficaz técnica de caza para cobrar un lobo es al acecho. Con ese método, se puede afinar mucho más sobre el animal que está haciendo daño a los intereses humanos y visto desde el punto de vista meramente cinegético, es una lucha entre el cazador que tiene que estudiar las costumbres, los rastros y las “mañas” del animal con el fin de cazarlo, después de un buen número de horas de acecho, aguantando los fríos de las heladas invernales, o las humedades de la primavera. Cazar un lobo, es un reto a la paciencia. Y hay mucha gente que le gusta la caza, que están dispuestos a desembolsar una buena cantidad de dinero por intentar la caza del lobo. Dinero que es para nosotros, los vecinos de los pueblos, que vivimos con el miedo de que, por ejemplo algún ganadero desaprensivo prenda fuego al monte para ahuyentarlo, y no sólo ganadero. Aún recuerdo a Pepe el Corrupio de Villanueva de la Sierra que, decía él, sin ser fumador llevaba en el bolsillo una caja de “mixtos para chismarle fogo a o monte” si veía venir a la fiera.

Y el fuego siempre se sabe dónde empieza, pero nunca donde termina, ni el daño que hace a su paso.

Supongo que a mucha gente no les gusta que se maten los lobos porque tienen la impresión de que la naturaleza, los animales, son cómo nos los presentaba Walt Disney (qué daño hizo ese tío). O porque son contrarios a cualquier muerte, opinión legítima. A mí tampoco me gusta matar, de hecho yo no mato a ningún animal. Si hasta mi suegro se reía de mí porque no era capaz de matar al cerdo de la matanza, “Vaya un guardamontes”; pero soy consciente de que a algunos animales hay que matarlos, porque los beneficios de tan cruel acto son mayores que el perjuicio causado con la muerte. Sólo pido, y lo pido vehementemente, que la muerte de uno de esos lobos genere beneficios suficientes para facilitarnos la vida a los ciudadanos que vivimos en éstos pueblos, tan abandonados, que ni cajeros automáticos nos ponen donde podamos sacar algo de dinero. Ya, ni los curas viven en los pueblos.

En conclusión, que la medida del ministerio me parece una solemne estupidez, un pasito más hacia el vaciado de los pueblos. Hay veces que a uno le parece que hay un plan. Supongo que es mi sentido conspiranoico.

Vicente Matellán Román