Hasta hace un año, el 30 de septiembre era eso, el 30 de septiembre. Ahora es una fecha marcada en el calendario, y en el alma. Aún sigo sin creérmelo.

Millones de segundos, de minutos; cientos de días, decenas de semanas; el frío, el calor, la (dura) Navidad... y tu ausencia. Y, sin embargo, este año ha pasado como un suspiro. He ido recogiendo recuerdos en este tiempo, y he encontrado otros que tenía olvidados. Gracias tía… También me he prometido muchas cosas desde que te fuiste, y estoy en ello. A veces me quedo parada pensando en esto que aún no me entra en la cabeza. Y se me pone la piel de gallina y un nudo que no me deja tragar. Reconozco que todavía espero verte paseando por Zamora, que me sigue pareciendo igual de triste desde ese maldito 30 de septiembre. ¡Cómo me cuesta cruzar Viriato, tía!

David y Miguel preguntan por ti. Se acuerdan de tu sillón y de tus gafas. Se preguntan qué estás haciendo ahí arriba. A veces tiran de ese hilo invisible del que les hablamos para que sepas que no te olvidan. Pablo ya sabe decir tía Isa. Y Lara pronto, seguro. Sigues por aquí, y eso me hace feliz, aunque siga odiando (para siempre) el 30 de septiembre.

A Isabel Iglesias, mi tía Isa.

Fátima R. I.