Nacemos, abrimos los ojos, nuestros sentidos cobran valor, y comienza nuestra interacción con el medio poblado de cosas, seres e individuos, que comparten unas determinadas normas. Este es el método de la humanización o de hacernos humanos.

Aristóteles decía que el hombre que es capaz de vivir fuera de la sociedad, es un dios o un animal.

La articulación de un sistema de valores, referentes y comportamientos en general, responde en su conjunto a lo que llamamos cultura. Ella nos permite ser o estar en homeostasis con el medio, estar con los otros y ser con los demás.

En el fondo, la cultura, en tiempos de los griegos aspiró a conquistar la armonía que ofrecía la propia naturaleza, aspecto que con el tiempo se ha ido revisando, de tal forma que, en el siglo XVI, F. Bacon, Descartes y otros pensadores, al observar el prestigio de la ciencia, se suscita el deseo del dominio de la naturaleza, o de la sumisión de ésta a la ciencia, en beneficio del bienestar del individuo, la ciencia se convierte en el corazón de la cultura, en su pura esencia.

La tecnología cambiará nuestros horizontes, de tal forma que, progresivamente, será capitalizada y dirigida desde las élites universales, de acuerdo con sus intereses, dando luz a un mundo, y en particular a una sociedad, con mayor grado de desigualdades

Esta dialéctica, cultura y ciencia, se va a prolongar en el tiempo, se observa primero un acercamiento en pleno romanticismo, así como en la época de la industrialización, y en el siglo XIX llega a su esplendor, para convertirse en el termómetro con el que se mide el nivel de las diferentes culturas.

Desde este grado óptimo de desarrollo, la cultura occidental europea se sitúa en su plena madurez, justificando la extracción de riquezas de los pueblos conquistados, con la magnanimidad y el altruismo de su regalo cultural, cuando la realidad es que , por ejemplo, los mayas estaban en disposición de un disfrute y de un mayor desarrollo en astronomía, matemáticas, medicina, etc., aunque permanecían en el ostracismo con respecto al mundo oficialmente civilizado.

La ciencia y la tecnología y su desarrollo, fue tan altamente significativa, que en los últimos 400 años su trasformación ha superado a la correspondiente a los últimos 4000, empezándose así a comparar el nivel cultural de los distintos pueblos por su nivel de desarrollo.

La cultura es una consecuencia de la tecnología, de la ciencia, está influida y condicionada por ella, y a pesar de los esfuerzos por permeabilizar y armonizar comportamientos para su homogeneización, la técnica se va a imponer, y la tecnología cambiará nuestros horizontes, de tal forma que, progresivamente, será capitalizada y dirigida desde las élites universales, de acuerdo con sus intereses, dando luz a un mundo, y en particular a una sociedad, con mayor grado de desigualdades.

Es paradójico, pero el conocimiento que permite siempre un mayor grado de libertad y autonomía, al final ha sido tan perverso en su aplicación, que ha conseguido verdaderos esclavos, entre otras cosas, nos indica y señala, nuestras propias necesidades. Nadie es libre, todos necesitamos aquello que nos indican, incluso bajo el epígrafe de que es lo mejor, que es el ideal, etc. y sin dudarlo lo aceptamos, por contagio emocional o imitación.

La sociedad se ha disfrazado, cada uno de sus miembros interpreta un papel previamente definido en todos sus términos, la imaginación carece de espacio, de tal forma que su incorporación circunstancial plantea desarmonías. Se definen derechos universales y se crean estructuras internacionales, como expresión y justificación de un fenómeno, cuya inercia es incontestable, es como una apisonadora lenta, pero resolutiva y eficaz, que jamás abandona su itinerario.

Abramos los ojos e interactuemos: así dio comienzo nuestra vida, rodeada de un mundo de formas, seres, cosas e individuos, junto a los que aprendimos a dar felizmente nuestros primeros pasos. Llegó la tecnología, corazón de la cultura para Descartes, y nos enriqueció, facilitó e incrementó nuestro bienestar, pero le exigimos más, le demandamos cada día más, de tal forma que nuestra insaciabilidad dirigida por los poderes de cada momento, nos ha esquilmado la libertad, además de provocar enormes depósitos de detritus, que entre otras cosas desensibilizan, objetivo muy lejos del que pretendíamos, como motor de fuente de vida y bienestar.

Los estoicos, con Sócrates a la cabeza, repetían que es lo mismo ser feliz que vivir de acuerdo con la naturaleza, de aquí que su primera aspiración fuera la búsqueda de su armonía, pero el desarrollo de la tecnología con el objetivo de ponerla al servicio de nuestro bienestar, no ha sabido corregir sus errores, consiguiendo al final una cultura que simultánea la coexistencia de enormes aciertos y ventajas, con múltiples desencuentros y desequilibrios a nivel global, cuyos perjuicios pueden ser impredecibles, se ha pasado, de la pretensión del dominio de la naturaleza, y su puesta al servicio del bienestar, a su lenta destrucción.

No olvidemos que la madre naturaleza sigue siendo madre nutricia, vital, esencial en nuestro devenir, pongamos pues en el lugar que corresponde a la ecología y economía sostenible, de tal forma que se posibilite una estancia armoniosa y feliz para el individuo.

(*) Médico psiquiatra