Estoy atónito. ¡De unos días acá, Iberdrola ha adquirido hábitos y comportamientos humanos! Suena extraño, pero así es.

Resulta que la todopoderosa compañía se ha dignado bajar del pedestal reservado a los intocables y aunque sigue sin reconocer públicamente la indecencia ahora se muestra abierta al diálogo y altruista; cordial, incluso, según me cuentan. Es un cambio rayano en lo prodigioso por cuanto su política empresarial no contempla este tipo de lindezas, pero que nadie piense que es casual. En absoluto. Sucede que sus vasallos, hasta ayer sumisos, han dicho ¡basta! y urge lavar la imagen corporativa.

Hace días su delegado en Castilla y León se reunió con el representante de las bases náuticas del embalse de Ricobayo y de la Organización de Profesionales y Autónomos y Foro Empresarial de Zamora para pactar acuerdos y ahora, según leo en LA OPINIÓN DE ZAMORA, anuncia su voluntad de participar en determinados proyectos junto a la Diputación Provincial ¡Qué casualidad! ¡ Justamente ahora, después de la unánime condena al brutal vaciado!… No sé qué está pasando pero la transformación es inquietante.

A cuento de qué la repentina voluntad de diálogo por parte de quien ha hecho de esta tierra su feudo particular durante más de setenta años. ¿No será que pretende sacar cuanto antes este embrollo de los diferentes medios que se han hecho eco del atropello? ¿O es que, tal vez, busca silenciar a Zamora con aspavientos y alharacas? Lamentablemente, todo indica que así es. La preocupación de la empresa por un tema cuyas consecuencias finales aún están por ver parece fuera de toda duda pero, en cualquier caso, el cambio de actitud viene a reconocer, al menos de manera implícita, que se equivocó con el vaciado de Ricobayo.

La alcaldesa de Palacios del Pan, el alcalde de San Cebrián de Castro y el representante del sector privado afectado probablemente sean las cabezas visibles de la presión social que ha hecho posible lo que ayer parecía una utopía. Para ellos mi reconocimiento y respeto. Y también, por supuesto, para esos miles de ciudadanos anónimos de los que nadie habla pero que con su repulsa decidida y firme están haciendo tambalear al gigante.

Pienso en Roberto, un pescador cuyos comentarios en televisión sobre el daño que el vaciado ha supuesto para el ecosistema hicieron desplazarse al mismísimo Delegado de Iberdrola en Castilla y León hasta su domicilio en Pozuelo de Tábara. El señor delegado acabó admitiendo que se habían equivocado, que entendían el daño causado y que una situación igual no se volvería a repetir… Sí. La todopoderosa hidroeléctrica reconoció a Roberto, en Pozuelo de Tábara y ante testigos, el atropello que supuso el desembalse en la forma en que se hizo.

Lo decía al principio, que algo está cambiando en las relaciones de la susodicha con la provincia es evidente. Últimamente habla, dialoga, promete. Busca reconvertir una situación incómoda que a medida que pasan los días se vuelve más y más espinosa. Es un intento a todas luces legítimo, sin embargo, no debiera olvidar que Zamora ya no está dispuesta a seguir dependiendo del humor con el que se levante su Consejo de Administración cada mañana.

Esta tierra fronteriza, orgullosa de su pasado, noble, solidaria donde las haya y de gente hermosa, no mendiga nada. Nunca lo hizo. Sucede que se ha cansado del vasallaje y lo que está exigiendo ahora a la hidroeléctrica es un pago en consonancia con su aportación. Es lo justo y razonable.