El campo no es del lobo, ni de los ecologistas de salón y sofá de las grandes ciudades, tampoco de unos cuantos burócratas que desde Madrid deciden que el ámbito rural no es de quienes lo habitan y se empeñan en enfrentar el medio ambiente con los habitantes que han permitido que llegue hasta hoy.

Vienen estos sabios, nuevos sacerdotes del dogma natural, profetas del antiprogreso para los demás, a enseñarnos a los habitantes de los casi prehistóricos entornos rurales y naturales de Sayago, Aliste o Sanabria, lo que es la sostenibilidad, la preservación del medio y la coexistencia hombre-naturaleza. Y como es la forma más cómoda de hacerlo vienen con prohibiciones de aquello que siempre se ha hecho de forma moderada en esos ámbitos. No se hace un plan de inversión económica que transforme el campo de nuestra provincia y lo encamine hacia la mejora de las condiciones de vida de los zamoranos de esas zonas. Tampoco se invierte para compensar por anticipado los perjuicios que cualquier medida proteccionista de las especies animales vaya a suponer para los habitantes. Ni siquiera las administraciones dejan de ser mezquinas, insultantemente lentas y cicateras a la hora de indemnizar a posteriori por los daños ocasionados por la fauna silvestre

Zamora será rural o dejará de existir, en la dinámica destructiva acelerada en la que llevamos ya demasiado tiempo

Zamora será rural o dejará de existir, en la dinámica destructiva acelerada en la que llevamos ya demasiado tiempo. En esta ocasión es el Gobierno central con su norma contra el hombre y la ganadería tradicional en nuestros pueblos, de preservación indiscriminada del lobo, que expande sus territorios al norte y al sur del Duero. En otra ocasión tuve oportunidad de recriminar esto mismo a responsables del gobierno autonómico con motivo de la redacción y tramitación del PORN (el acrónimo también es un tanto obsceno) del Lago de Sanabria.

Sin posibilidad de explotación de los recursos agrarios, ganaderos, forestales, silvestres y cinegéticos, convertimos al medio en enemigo de sus pobladores y terminaremos haciendo que los habitantes de esos territorios no solo dejen de proteger su entorno, como generación tras generación han venido haciendo, sino que lo perciban como una amenaza para su propia supervivencia. Desesperante y dramático es tener que recordar una y otra vez esto desde Zamora a las administraciones y a los políticos que en ellas nos representan -por decir algo- aunque cada vez lo parezca menos-, a los que vemos más pendientes de las órdenes que les dan sus jefes en Madrid o Valladolid que de la necesidad de futuro para nuestros hombres y mujeres -y sus hijos y nietos- del campo y la ciudad.

Las organizaciones agrarias y ganaderas ASAJA, UPA, COAG, vienen clamando unánimemente en el desierto de la indiferencia. También muchos alcaldes y concejales. Todo lo bueno que tiene la preservación de la naturaleza pierde su sentido si lo hacemos enfrentándolo a quienes en ella viven. Hay que estar con ellos. Defendiendo lo nuestro y lo de nuestros hijos. Por Zamora y los zamoranos, luchemos.

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