Lo supimos por las noticias. Ocurrió en la localidad murciana de Torre Pacheco. El conductor de un vehículo arrolló a las personas que se encontraban en una terraza y después empotró el coche contra la pared. Como consecuencia del atropello, murió un ciudadano de origen venezolano y otros cuatro resultaron heridos. Sucesos así, no es que sean habituales, pero se producen con más frecuencia de la deseada. Al cabo de los días, esto sucedía la pasada semana, nos enteramos de que lo ocurrido es investigado por la Audiencia Nacional como acto terrorista.

Ni alcohol, ni drogas, ni perturbado mental. Se trataba de un ‘lobo solitario’, de un yihadista, de un fanático de los que odian al ‘infiel’ que somos todos nosotros. El ‘lobo solitario’ era un súbdito marroquí nacido en 1994, que entró en España como mena, estuvo en un centro de acogida de Valencia y vivía en Torre Pacheco ¿cómo un vecino más? No. Estaba esperando su momento.

El ‘valiente’, porque todos estos terroristas son además de fanáticos, cobardes, se suicidó clavándose voluntariamente un cuchillo de grandes dimensiones a la altura del corazón. En su poder se encontraron tres cartas en las que, tal y como ordena el Estado Islámico, dejaba claro que lo que había hecho era un acto, como le decía, contra los ‘infieles’. Como para estar desprevenidos. Estas gentes desprecian nuestras vidas, para ellos ‘baldías’, y las suyas propias. A tenor de las investigaciones llevadas a cabo por la Audiencia Nacional el de Torre Pacheco es el primer atentado yihadista en España desde 2017.

La Audiencia Nacional, la Policía Nacional y la Guardia Civil tienen un trabajo ímprobo por delante para determinar los contactos del terrorista y su actividad en las redes sociales. Las investigaciones, obviamente, son secretas. Este acto debe poner en alerta a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y especialmente al Ministerio del Interior que, antes de salir a la luz, ya investigaba el atropello de Murcia como yihadismo puro y duro.

Bajar la guardia no es posible mientras exista la amenaza yihadista. Nos la tienen jurada a todos los occidentales y nos van a dar más de una sorpresa. Cabe esperar que no nos den disgustos. Que la destrucción y la muerte se alejan de esta España tan castigada por el odio terrorista, viniera de donde viniera. Porque el terror que vino del norte de España, también causó destrucción, dolor y muerte.

Hay que contar la verdad, aunque duela. Y si el atentado lo perpetra un inmigrante hay que decirlo sin tapujos. No es xenofobia, no es racismo, es supervivencia. Demostrado está que no fue un atropello.