Y aquí no nos habíamos enterado. Menos mal que vino un político de Madrid y nos lo ha dicho. La salvación de Zamora, en particular, y de Castilla y León, en general, no está en la investigación, ni en el fomento de la industria, tampoco en el aprovechamiento del turismo, la solución se encuentra en el fomento de la caza. Sin ir más lejos, según ese señor, el año pasado la región ingresó 500 millones de euros por ese concepto. Y aquí sin enterarnos de nada.

Ante el impacto de esta cifra, si se acopian datos relativos a la caza, tanto de nuestra comunidad, como del resto de España, se puede observar que los periodos en los que se levanta la veda oscilan entre uno y seis meses, según las especies a cazar. Tomando seis meses (El menos favorable para el cálculo) de esos 500 millones, corresponderían unos 83 millones a cada mes, o lo que es igual 2,8 millones cada día. Si se considerara un gasto de alojamiento y comida de 150 euros por jornada, serían casi 19.000 los cazadores que practicarían ese deporte diariamente, como media. En el caso de que fuese el sector de la hostelería el principal beneficiado, esa media comunitaria transformada en provincial aportaría 2.000 cazadores a Zamora cada día. Ahora, la pregunta a realizar sería ¿alguien ha visto alguna vez ese ingente número de cazadores por nuestra provincia?

Somos el segundo país de Europa, justo después de Francia, en número de licencias. Pero en Francia, que se sepa, apenas nadie considera que la caza sea la solución de ningún problema económico, y menos aún de la fijación de población

¿De dónde salen esos ingresos que según ese político se quedan por estos pagos? Porque las cuentas no salen. Y no salen porque no pueden salir. Porque es mucho menos, ya que en esos 500 millones de euros se encuentran incluidos los pagos de las tarjetas de coto, que suponen unos 2.000 euros por cazador, la amortización de las armas (Su precio viene a ser de 1.000 a 2.000 euros) y la munición que vaya usted a saber lo que supone, pues en España se disparan 350 millones de cartuchos cada año (Contando solo los de plástico). De manera que gran parte de esos ingresos son para las empresas que fabrican las armas y las municiones, y que se sepa por Zamora no hay ninguna industria de ese sector, y en el conjunto de la comunidad autónoma, solamente existe una. La mayor parte de ese supuesto pastel se va fuera de la región. Así que, si es eso todo lo que se puede esperar del partido al que representa ese señor, lo tendrá difícil para obtener votos.

En España existen 300.000 cazadores federados de los que 16.000 corresponden a la Comunidad de Castilla Y León, siendo 800.000 los cazadores que piden licencias cada año. Así pues, somos el segundo país de Europa, justo después de Francia, en número de licencias. Pero en Francia, que se sepa, apenas nadie considera que la caza sea la solución de ningún problema económico, y menos aún de la fijación de población.

Las estadísticas dicen que un cazador viene a gastar unos 9.000 euros al año, aunque no precisan en cuantas cacerías participan. Según esas cuentas, el monto total de ingresos superaría los 7.000 millones de euros a nivel nacional.

Ese dato parece afianzar el argumento de quienes defienden que la caza es una potente industria con una importante fuente de ingresos. Pero no está de más recapacitar un poco. Se calcula que al año resultan abatidos 30 millones de animales, de los que 400.000 son jabalíes. El jabalí viene a pesar unos 50 kilogramos y su precio de mercado es, más o menos, de 50 euros el kilo. Así pues, los ingresos por la venta de esa carne deberían alcanzar la cifra de 1.000 millones de euros. Pero se da la circunstancia que esos ingresos se quedan en solo 100 millones, es decir, que de esa carne solo se estaría aprovechando el 10% de las piezas cazadas, mientras que el 90%, la mayor parte, se estaría desperdiciando. Este dato vendría a decir que la caza de estos animales no es ni un negocio, ni una industria, simplemente contribuye al placer de quienes son protagonistas de su abatimiento. Así que, por esa vía, empezaríamos a entrar en el eterno debate de si la caza es o no un deporte, o si se trata, simplemente, de una costumbre descontextualizada. Desde el punto de vista de la ecología, hay opiniones de todos los colores. Desde los que defienden la caza, alegando que contribuye a la regulación de la fauna, hasta quienes aducen que, además de ser algo que raya en lo inmoral, afecta de manera importante a la ecología.

De hecho, existen en España 800 granjas cinegéticas, 300 dedicadas a la caza mayor (Ciervos, gamos, corzos, jabalíes) Y 500 de caza menor (Patos, codornices, perdices, faisanes) que abastecen a los cotos (El 80% de los cotos son de propiedad privada) suministrándoles animales para posteriormente ser abatidos.

No se ha oído hablar de ningún país, de los considerados desarrollados, que se haya apoyado en la caza como elemento estimulador que contribuye a hacer desaparecer el paro o la despoblación. De hecho, en Alemania la caza no está considerada como deporte; además, teniendo casi el doble de población que España, solo dispone de la mitad de las licencias que tenemos nosotros. En Francia, no hace mucho tiempo, se estuvo promoviendo la celebración de un referéndum para decidir la legalidad o no de esta práctica. Pero aquí, hay quien opina lo contrario. O sea que la cosa no debe estar tan clara.

Claro que, si lo que se pretende es tapar el enorme agujero de la despoblación con un poco de tierra, pues para eso si valdría el argumento de la caza. La creación de unos pocos puestos de trabajo para atender las necesidades de los cazadores no tiene porqué ser mal avenida, ya que nadie puede pensar que se llegara a hacer emulando a Azarías, a su hermana Régula y a su cuñado Paco (Entrañables personajes de “Los santos Inocentes” de Delibes). Porque, afortunadamente, no parece que haya mucha gente que se vaya a conformar con decir aquello de “Milana bonita”, que repetía el inocente Paco Rabal en la versión cinematográfica.