Hace unos días, al regresar a Zamora desde la plaza de toros de Salamanca después de ver al torero Roca Rey jugarse la vida ante un toro muy complicado y salir triunfador, me acordé de otro torero que en los años 90 del pasado siglo era mi predilecto como es ahora Roca Rey. Me refiero a Julio Aparicio que en aquellos años 90 iba siempre a ver el festejo que estaba anunciado en la feria de Salamanca. Y Julio Aparicio fue el motivo que por primera vez fuera a la plaza de toros de las Ventas en Madrid para verle. Torero de duende y pellizco cuando entraba en trance artístico la plaza de toros se convertía en un manicomio. Nada que ver con el toreo poderoso de Roca Rey. Dos toreros con una concepción del toreo totalmente dispar que me han apasionado en distintas etapas de mi vida como aficionado.

Por lo tanto esta disyuntiva no existe para mí porque pasa con otro arte que es la pintura uno se puede quedar maravillado ante un cuadro de Velázquez y acto seguido tener la misma sensación ante un cuadro de Goya ó Salvador Dalí.

Alfonso Pablos Flórez