No puedo entender por qué a cierta izquierda, en España, se le atraganta la palabra ‘Militar’. Es corta, se pronuncia fácilmente, no tiene contraindicaciones morfológicas ni sintácticas, es una palabra cercana, amable, necesaria, que se lo pregunten a los zamoranos. En realidad es más que una palabra. Pero cierta izquierda no la digiere, les cuesta tragar, no la tiene en su vocabulario. Con lo fácil que es llamar a las cosas y a los colectivos humanos por su nombre.

Un comunista siempre será un comunista a pesar del fiasco de este sistema político aunque la tipología siga vigente. No me duelen prendas cuando considero y llamo a Yolanda Díaz: ministra de Trabajo comunista. Sigue anclada en ese modelo fracasado que sufrió su propia corrupción y su propia tiranía. No creo que sus lapsus sean producto de la ignorancia. Más bien se trata de mala baba y de esa patología de la desmemoria que suelen sufrir los comunistas.

La ministra comunista de Trabajo se ha descolgado felicitando a los “trabajadores públicos” que han estado en Afganistán. Señora, los militares no son funcionarios, ni ediles, ni diputados o senadores, a Dios gracias. Los militares son servidores de la patria. Claro que como esta gente no reconoce a la patria como tal, he ahí el problema. Lo grave es que esta señora es miembro del Gobierno de España y, para más inri, vicepresidenta tercera. Felicito, por los que no lo hacen, a los militares españoles que pusieron sus vidas en riesgo para salvar otras vidas en el aeropuerto de Kabul.

Ministra, esos trabajadores, que lo son, se llaman: mi-li-ta-res. Lo debería escribir en la pizarra de su cerebro así como mil veces. Temo que ni por esas. Esta ministra es víctima del espejismo de la obviedad. ¿Cuántos más desprecios, por parte del Gobierno bicolor, tendrán que sufrir nuestros militares y nuestras fuerzas del orden? Para el servicio personal de seguridad y para pilotar los aviones en los que se desplazan, bienvenidos sean, pero luego se admiten y jalean todas las humillaciones posibles. Es esa izquierda que siempre corrige a la ciudadanía, que se inventa la historia y suprime de ella a los héroes.

Mal por la izquierda locuaz, peor por la que calla, asiente y consiente. La izquierda de mente frágil que no ha logrado abandonar el siglo XX, que quiere reinventar la historia, adaptándola a sus intereses. La izquierda militante de una progresía retrograda. La izquierda que, como a la ministra de Trabajo, se le atraganta la palabra de la que más orgullosos estamos los españoles: militar.

Menos mal que siempre nos quedará otra ministra, Margarita Robles, titular de Defensa.