A mi prima Ramo, ejemplo de hija, de hermana, y de profesioalidad.

Y es que precisamente la persona a quien va dedicado el presente texto, la que me comunico algunas de las frases del “Abanico de María Antonieta” referidas a su abogado Romain de Séze, como asumir “causa que sabíamos perdida”, acarrearle “riesgos, peligros, molestias y amarguras”, hacer la defensa “con lealtad y con valentía, con desinterés”; que deben regir el ejercicio de la abogacía y, por extensión, también debiera observarse por otros profesionales liberales, como por “el público en general”, sí es que realmente quieren cumplir con un mínimo sus obligaciones laborales y, consecuentemente, con sus responsabilidades ante la sociedad, al satisfacer con su desempeño las demandas, las necesidades, etc. de su “clientela”, de sus pacientes, de sus alumnos, de los administrados, etc..

Etamos unos al servicio de los otros, la existencia se justifica en tanto en cuanto servimos a los demás; pues, caso contrario, es decir, siendo unos parásitos, al no hacer nada, o hacer menos de lo que los conocimientos y potencialidades posibilitan, no se contribuye a hacer un mundo mejor, que es de lo que se trata, pues ello permitiría alcanzar el máximo nivel de bienestar, de fomento, de felicidad.

El sentido común, un mínimo grado de madurez, de afán de superación, de mejora continua, de seriedad, de cumplimiento de los deberes profesionales, de la ejecución de los compromisos libremente adquiridos, etc., contribuirá alcanzarlo. De observarse, todos estos aspectos, la “acepción de personas” huelga; pues de no hacerlo, se podría incurrir en responsabilidades civiles, penales y de orden disciplinario por parte del Colegio Oficial al que perteneciere el graduado, al haber podido presentar una queja el paciente perjudicado por la posible negligencia, desasistencia, abandono, etc., conductas normalmente tipificadas y sancionadas en los estatutos y reglamentos de los colegios profesionales, que debieran procurar el recto proceder de sus miembros, para que cumplan como competentes profesionales y, por supuesto, debiendo incoar, al menos, un expediente informativo serio, riguroso, objetivo, con toda clase de pruebas, que permitiría, en su caso, otro de naturaleza sancionatoria, en consonancia con el régimen disciplinario que debiera estar previsto “ad hoc”.

La reputación de un colectivo de titulados se puede mancillar gravemente si alguno de sus miembros vulnera la “lex artis”, el respeto a los demás, los derechos de su clientela, y los compromisos libremente adquiridos., etc., pues el “boca oreja”, las redes sociales, el cotilleo, la maledicencia, etc., hacen estragos en la reputación, si es que la tienen, de los colegios oficiales profesionales. Además, surge, por todo ello, el desprestigio subsiguiente, una falta total de confianza hacia el prestador del servicio, cuando debiera ser lo contrario, para que exista una comunicación sincera y fluida, entre ellos, que contribuya a disponer de información amplia, veraz y precisa, que permita una mayor probabilidad de acertar en el diagnóstico y subsiguiente tratamiento, en la apreciación de demanda ante los tribunales, en el informe y propuesta de un acto y planes de obras y servicios, etc., con lo que la ciudadanía, la sociedad, mejorara en todos sus aspectos.

Ejemplo de cuanto antecede, es el comportamiento enormemente sacrificado, duro, pero responsable y modélico de la persona a quién se dedican las precedentes líneas; que, además de sus deberes profesionales, cumple más que bien, con los de hija y hermana solicita , y sin descanso, con los suyos. Que el Señor le siga dando ánimos y fortaleza; lo que todos, sí todos sin excepción, necesitamos para transitar por este “vía crucis” que casi todos han contribuido a que así sea.

A tomar nota de las “mejores prácticas”, como se debiera hacer también, en la gestión de empresas y Administraciones Públicas.

Marcelino de Zamora