Os habéis confinado al aire libre porque en verano casi nunca pasa nada. Y sin embargo, las sacudidas sísmicas estivales han dejado irreconocibles a España y al mundo, en sus modalidades geopolítica y geográfica. Del virus ni hablamos, porque año y medio después ya es de la familia. Ahora bien, la trepidación de la actualidad nos ha olvidado de la naturaleza veraniega de la mayor crisis de Gobierno de España. Se ignora qué alpargatas lucía Sánchez ese día del julio avanzado, pero se calzó a los intocables Carmen Calvo, Ábalos y Redondo.

En la política interior del planeta, Afganistán puede costarle a Estados Unidos la supremacía, existe sentencia al respecto del Daily Telegraph conservador, al igual que ocurriera en el mismo país desapacible con la Unión Soviética acosada por los muyahidines a sueldo de la CIA.

En lo tocante a la política exterior planetaria, un Panel Internacional ha culpado a todos los seres humanos del cambio climático. Se aclara así por fin el mayor crimen de la historia de la humanidad, con ocho mil millones de culpables del planeticidio. Un informe más, y los científicos señalarán al Supremo Alfarero como el autor intelectual de otra conmoción en un agosto del que no se tienen noticias.

Cuando a Chu en Lai le preguntaron por la influencia de la Revolución Francesa, respondió que «es demasiado pronto para decirlo». Falta por tanto tiempo para abordar el verano de 2021 en condiciones. Sin embargo, es posible que lo más importante en la distancia sea la privatización galopante de los vuelos espaciales, a cargo de personajes tan inquietos o inquietantes como Richard Branson o Jeff Bezos. Los millonarios mastodónticos han concluido que ni Nueva Zelanda les protegerá del apocalipsis pandémico o climático, así que olisquean los solares de Marte.