Nunca como hasta este mandato habíamos escuchado, además de forma tan reiterativa, a un alcalde basar el argumento fundamental para rechazar cualquier crítica a su gestión en que los ciudadanos le otorgaron hace dos años la mayoría absoluta. Ningún alcalde tuvo la desfachatez de responderle a Guarido cuando estaba en la oposición en esos términos y no es que fuera poco el tiempo que estuvo quien lleva estos últimos 6 años rigiendo los destinos de la capital tras convertir la política en su medio de vida desde hace décadas. Ningún alcalde se permitió antes -ni permitió a sus concejales- decirle a los ciudadanos que como éstos le dieron esa mayoría absoluta lo que tienen que hacer es callar y aplaudir. Que en eso consiste la democracia según su doctrina social y personal.

El comportamiento se repite cada vez que alguien desde la oposición municipal critica; cada vez que algún funcionario advierte de ilegalidad en las actuaciones; cada vez que algún representante de los agentes sociales o vecinales pide diálogo ante decisiones controvertidas y cada vez que los vecinos de Zamora, individualmente o de forma colectiva, le piden que desista de algún proyecto o cambie alguna pretensión del equipo de gobierno municipal. Para Guarido, y lo manifiesta con claridad -lo cual al menos es de agradecer- y contundencia, el diálogo de la sociedad con su regidor debe limitarse al encuentro cada cuatro años a través de las urnas. Y si alguien se atreve a decirle que eso le parece escaso y no democrático probablemente en su fuero interno pensará “no sé de qué os quejáis, si hace no tanto aceptabais a un dirigente con el que el diálogo se hizo esperar cuarenta años”.

Por poner solo el último ejemplo, esa está siendo la única respuesta que reciben los vecinos de Zamora que se oponen a la extensión de la regulación para el cobro del aparcamiento a zonas no contempladas en el contrato con la concesionaria, en las que no parece que se cumplan los requisitos para los cuales nace la O.R.A. y contra la que se han manifestado masivamente en contra los vecinos de la zona, los representantes vecinales de todos los barrios de Zamora y los más de dos mil zamoranos que lo han ratificado con su firma.

Sin entrar en este momento al detalle de si esa ampliación tiene algún sentido más allá de tratar de arreglar económicamente otro contrato mal adjudicado (y van… todos), si hay un puesto político que no se concibe sin el diálogo permanente entre el político y la sociedad a la que representa es el de alcalde. La administración más cercana al ciudadano y la más suya -hasta en el propio nombre, que etimológicamente significa “acción y efecto de reunirse”- es el ayuntamiento. Así que señor Guarido, reúnase con los vecinos, pise la calle, trabaje un poco más por el progreso de una ciudad ahora mismo más abandonada de lo que lo haya estado en décadas y, aunque eso le haga ser menos franco con sus convicciones, abra la Casa de las Panaderas al diálogo y al debate. Por el bien de Zamora y los zamoranos.

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