Me comenta mi amiga Maribel, librera y urbanita, de Vigo Vigo, que trasteando por la casa que su familia posee en una aldea perdida en mitad del rural gallego, ha encontrado un saco lleno de lana de oveja, que tiene toda la pinta de llevar ahí desde que Sagasta y Cánovas del Castillo se jugaban al mus quién se ocupaba del desGobierno nacional. Y me pregunta qué hago con la lana de mis ovejas.

La lana vale en la actualidad un poco menos que nada, ni para pagar a los esquiladores sirve. Igual que la leche, la paja, el cereal…Gracias al sacrosanto Mercado de Futuros de Chicago: esa buena gente que no sabe distinguir una tomatera de un tiesto de geranios. Poseedores de una codicia usurera muy útil para especular a su antojo con las materias primas, y matar con ello de hambre a medio planeta. Y todo porque tuvieron un mal día, dado que a sus respectivos “les dolía la cabeza”.

El año pasado me fui a Antequera para ver si es verdad que por allí sale el sol. Y en lugar de seguir malvendiendo la lana, le pedí al lanero que se fuera a otro lado a por lana y que tuviera buen cuidado de no salir trasquilado. Empecé a usar la lana para enterrarla junto con el estiércol de mis ovejas. La lana no vale dinero, pero al menos sirve para fijar el nitrógeno en las tierras de labranza.

Mi amiga librera y gallega no posee tierras de labor, así que le propuse que buscara empresas de tratamiento y venta de lana para tejer, como la que existe en Val de san Lorenzo, León. Le dije que probara a contactar con La Oveja Feliz de Astorga, una gente que se dedica a vender por Internet productos elaborados con lana merina. Por saber si compraban lana a proveedores o podían ejercer de intermediarios con compradores de lana.

Con los mejores corderos del mundo, el mejor aceite de oliva virgen extra conocido, sal y una buena candela, basta para cocinar el plato de entre los platos.

Adoro la lana de oveja. Unas navidades en las que quise comprobar si el invierno ruso es realmente para tanto, como alegaron Napoleón y Hitler, pude ver que en Rusia calzan botas UGG de lana de merina australiana hasta los más pobres de entre los pobres. En Rusia, no sé, pero aquí cuestan una pasta.

En una edición pasada de Ovinnova, el Salón Profesional del Ovino, que se volverá a celebrar a finales de octubre del 2022 en Ifeza, tuve la oportunidad de descubrir Icebreaker Merino, ropa hecha con lana de merina australiana. Con tres camisetas térmicas y unos leggins que no pesan nada y ocupan menos aún, he recorrido los inviernos boreales y australes. Y aquí sigo.

Ocupan tan poco espacio, que hay sitio de sobra en la mochila para las joyas de la corona: una rebeca de lana de oveja noruega y otra de oveja irlandesa de las islas de Aran. Más la zamarra militar. Cuestan un dineral, cierto, pero lo valen. Y ahí están, esperando en el armario, leales como un mastín, a que las vuelva a exponer a los más brutos elementos.

Ya me queda un día menos para conocer los inviernos de Alaska y Canadá.

Aparte de viajera, debo destacar que también soy buena tejedora. Los inviernos duran demasiado, son crudos y haciendo labores sentada al brasero se está mejor que al raso. Mas una mediocre cocinera. Es lo bueno del cordero, no se necesita tener una estrella michelín, o una de comandante. Con los mejores corderos del mundo, el mejor aceite de oliva virgen extra conocido, sal y una buena candela, basta para cocinar el plato de entre los platos.

Este verano hablaba con mi amigo Javi, vasco y nieto de Tierra de Campos, que regresa al hogar familiar cada vez que la vida se lo permite. Se enfadaba, con razón. Denuncia que en Zamora no sabemos apreciar lo que tenemos, y que por eso mismo jamás ha existido aquí un asador de lechazos.

Siempre he querido montar mi propio asador de lechazos, sólo de lechazos. Porque soy una gran conocedora de la excelente materia prima que en asuntos ovinos se maneja en la provincia. Tenía hasta el nombre, L´ Alquería, que suena bastante más cool que La Alquería. Y el lugar exacto. No me faltaba ilusión, ni mucho menos ganas de currar a lo bestia. Lo que no tengo es plata.

Ahora es tarde, señora, que cantaría la chipionera más grande. El ganado ovino en extensivo está en franca transición hacia alguna parte… Hace mucho que Zamora dejó de ser la provincia española con más ovejas, y llegará el día en que Aranda de Duero deje de ser referencia en asadores de lechazo.

La lana no vale dinero, el lechazo tampoco. Por lo que hay granjas de pastoreo que, en lugar de malvivir del lechazo, apuestan por ganar dinero con el cordero pascual o el queso artesano. O con campamentos de verano y granjas-escuela durante todo el año para niños urbanitas o con alguna discapacidad, está demostrado que el trabajo con animales hace milagros.

L´ Alquería fue un sueño, los sueños, sueños son y están para no cumplirlos. Pero mi filosofía de vida sigue firme e inquebrantable. El día en que la granja de pastoreo deje de ser rentable, cerraré el chiringuito y regresaré al Sur. Ni mis ovejas ni yo daremos el salto al modo industrial. La comida que no me gusta para mí, no la pongo en el plato de los demás.