“Vanidad de vanidades. Todo es vanidad.” Rey Salomón.

Me surgió la idea de escribir esta columna leyendo una revista donde se daban unas pinceladas sobre un cuento referente a la vanidad que me atrajo, y durante varios días me he dedicado a reflexionar sobre la misma.

A veces utilizamos de forma equivocada las palabras vanidad y orgullo, cuando son cosas distintas. A efectos de establecer la distinción entre ambas, he encontrado unas líneas de Jane Austen donde, de forma breve, pero sumamente clara nos dice: “El orgullo está relacionado con la opinión que tenemos de nosotros mismos; la vanidad, con lo que quisiéramos que los demás pensaran de nosotros”.

En el leguaje normal el vanidoso es un tipo, por lo general, arrogante, engreído y a veces soberbio. Me preguntaba cómo podemos identificar a una persona vanidosa. Leía que los principales rasgos de un vanidoso son: creen que están en posesión de la razón en cualquier tipo de discusión; suelen prestar gran atención a su imagen, especialmente cuando actúan públicamente, por ello actúan con cierta indiferencia; se enfadan fácilmente y tratan de obtener que el grupo les preste atención; se expresan gesticulando en exceso, son auténticos teatreros, si se me permite la expresión.

Con la finalidad de ilustrar el concepto de vanidad, me tomo la licencia de transcribir el cuento que leí. Dice así: Un hombre sumamente vanidoso, una cierta mañana se encontró con un joven y comenzaron a hablar.

El hombre le dijo al joven:”Sabes, joven? Tengo un tambor tan enorme que su ruido se puede escuchar a más de mil kilómetros.

El joven le contestó sonriente: “ Pues, amigo, sepa que yo tengo una vaca de tamaño tan descomunal que cuando anda y apoya las patas delanteras, después tarda un día entero en poder apoyar las patas traseras, de nuevo, en el suelo”.

El vanidoso contestó. “¡Pero qué dices! ¡No puede haber vacas tan grandes! A lo que le joven, le replicó: “¿Ah no? Entonces, dime, ¿de dónde crees que sacan la piel para hacer tu tambor?

Esta historia es un buen exponente de cómo la vanidad, lleva su propio castigo.

Hemos de llegar a la conclusión que no se puede avanzar con vanidad. Digamos ¡Adiós vanidad !

Decía Esopo: “Si te alabas a ti mismo, serás simplemente objeto de burla, sobre todo de los que mejor te conocen”.

La humildad no es pensar menos de ti mismo, es pensar menos en ti mismo ( Lewis ).

Espero que estas breves líneas nos sirvan de reflexión en momentos donde lo auténtico parece ser no está de moda, y para muchos el aparentar es su tarjeta de presentación.

Buen verano.

Pedro Bécares de Lera