En verano íbamos al embalse a bañarnos, cuando algún amigo empezaba a tener edad de conducir y un coche de sus padres o de segunda mano. Antes íbamos en tren a pasar el día a Manzanal, donde descendíamos miles de viajeros cargados de mochilas y agua, sí mucha agua para beber, porque todos los veranos el embalse se convertía en un secarral cuando el agua se alejaba de la orilla dejando un paisaje lunar como el que este año ha encendido los ánimos de los zamoranos. En el regreso al apeadero de Manzanal del Barco / Santa Eufemia del Barco a la caída de la tarde, el mayor gesto de solidaridad era compartir las bebidas de cualquier tipo que milagrosamente habían sobrevivido al calor del desierto emergido entre las encinas donde dejábamos la merienda y el agua donde nos bañábamos.

Era la estampa de casi todos los veranos. Tiene razón Iberdrola: no es la primera vez que nos vacía el embalse. Pero es la vez en que la gota ha colmado el vaso de la paciencia o en que se ha rebasado la indignación, ayudada por la subida del recibo de la luz, por la pandemia económica que ha secado los bolsillos de los pequeños negocios instalados en las orillas y sobre todo por la misma pandemia que nos ha vaciado de nuestra gente más querida, nuestros abuelos que aún mantienen la casa del pueblo abierta.

Todos aquellos que consideraban la expresión de Zamora “vaciada” como peyorativa, ahora supongo que lo entienden: Iberdrola ha decidido vaciarnos de agua el embalse para explotar la producción de electricidad, de la misma manera que alguien sigue decidiendo vaciar de gente nuestra tierra para seguir explotando nuestros recursos naturales.

Ahora que por fin está tan claro como el agua, tenemos dos opciones: esperar la lluvia de otoño como propone Iberdrola, o cerrar las compuertas a la especulación para que nuestra tierra sea sostenible y no explotada.

Iberdrola ha decidido vaciarnos de agua el embalse para explotar la producción de electricidad, de la misma manera que alguien sigue decidiendo vaciar de gente nuestra tierra para seguir explotando nuestros recursos naturales

Por eso, antes de que pase el verano y nuestros pueblos se vacíen de gente y el embalse se llene de agua, es el momento de reflexionar y rebelarse contra la decisión de vaciarnos de gente de la misma manera que este verano nos han vaciado de agua.

También es el momento de hablar de la repoblación, algo que ya en la Edad Media se consiguió hacer tras los vaciamientos, o sea, tras el arrasamiento y devastación al que sometía Almanzor y otros a la frontera con el Duero. No será tan difícil si pudo hacerse hace siglos, demostrando que el que quiere puede. Es decir, que se trata de una decisión política o de quien mande, sea el poder político o el fáctico, como por ejemplo Iberdrola.

Contamos para hacerlo con todos los zamoranos que se han tenido que marchar en busca de trabajo fuera. Y que de la misma manera que en Semana Santa vuelven para compartir y mantener las tradiciones de origen religioso, vuelven todos los años en el mes de agosto para reivindicar con los menguados habitantes de los pueblos una forma de vida de calidad y con los mismos derechos que ellos tienen en Madrid, Barcelona o Bilbao. También un futuro para que podamos ganarnos la vida en nuestra tierra, y para poder volver el año que viene a disfrutar de una sanidad digna en el consultorio del pueblo, de agua del grifo en las casas suficiente y no contaminada, de cobertura de móvil y de internet para comunicarse con la familia que no ha podido venir, y de carreteras donde no se jueguen la vida cuando vayan o vuelvan de la fiesta del pueblo cercano.

Este mes de agosto también Zamora es una fiesta –dos años ya con las precauciones obligadas por la pandemia-, en la que se juntan las fuerzas de quienes aún vivimos aquí, con las de los zamoranos de fuera que nos ayudan a sostener la pancarta del futuro.

Sería una ocurrencia plantear que la mejor manera de repoblar Zamora es que los que vienen a nuestros pueblos en el mes de agosto se queden aquí, porque no todos tendrían posibilidades de ganarse la vida, que fue lo que llevó a sus abuelos, padres o ellos mismos a marcharse. Pero al menos se puede promover desde la diputación y los ayuntamientos que puedan seguir viniendo alguna temporada ellos y otros, y de esta manera poder rehabilitar viviendas y sostener el pueblo, en lo que se ha llamado proyecto “Arraigo”. Que es tan verdad cuando lo dice el “Agamenón” presidente de la Diputación ahora, como cuando lo dijimos hace tres años los “porqueros” de la izquierda en la oposición.

Las personas arraigadas en nuestros pueblos nos permitirían además sumar fuerzas en el mes de agosto para luchar por nuestros derechos. Como se está haciendo este verano con Iberdrola y la gota que ha colmado el vaso… mejor dicho, que nos ha secado el vaso del embalse.

Porque una vez más y desde la pequeña provincia de la Zamora vaciada, a partir de nuestras protestas por el embalse vaciado por Iberdrola para especular, se ha conseguido que llegue a las más altas instancias de los gobiernos de España y Europa el gran debate sobre la posibilidad de regular la producción de energía y los precios desde los gobiernos para garantizar el derecho a la luz. Tal y como se hacía antes en España y como se hace hoy en varios países de Europa. Un gran debate que afecta a la economía de las grandes empresas productoras de energía, de las pequeñas empresas que necesitan la cámara frigorífica para darnos de comer, y de las pequeñas gentes que encendemos la luz cada día.

Gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar… el recibo de la luz. Y la economía, y la sociedad y el mundo.

Aunque los pueblos se vuelvan a vaciar de gente y el embalse se vuelva a llenar de agua… hasta el verano que viene.