Agosto -y el verano en general- oxigena Zamora. Cada año (incluso el pasado y este, tan cabrones por la pandemia) el mes que renombraron los romanos para deificar al divino Augusto supone un subidón para esta provincia que languidece, lacia y descangallada, la mayor parte del calendario. Estas semanas no; en agosto la vida sale a la calle y se revuelve y hasta se pone tiesa y ondea la bandera de la reivindicación: ahí están los jefazos de Iberdrola empujando los días para que se vayan pronto los que han venido de fuera con ganas de abrir los ojos a los de dentro, que prendida la mecha nunca sabes si habrá polvorín receptivo al final de la cuerda.

Estos, los zamoranos que vienen de fuera, lo dicen siempre: tenéis aquí unos alimentos de extraordinaria calidad, da gusto comer en esta tierra, deberías impulsar su comercialización en otros lugares, Zamora tiene una deuda contraída con sí misma, la de vender su alma más amable y gustosa en el exterior. Y es verdad: comemos salud y gusto, pero no hemos logrado que lo sepan fuera y nos quiten de la mano quesos, vinos, garbanzos, mieles, mermeladas, pimientos, carnes… Por ahí anda una marca bajo el logo Alimentos de Zamora que no acaba de carburar del todo, vaya usted a saber por qué.

Mi amigo Enrique Ventura me lo ha dicho muchas veces y tiene razón: Zamora (sus instituciones junto a capital privado) debería crear un remedo de la plataforma Amazon (a escala pequeñita, obvio) para vender al mundo las excelencias de esta provincia. En esto no hay que ser mojigatos, hay que sacar pecho y empezar sin complejos. Marca Zamora, pues claro, con todas sus banderas extendidas y siempre, eso sí, bajo el amparo imprescindible de la exquisitez.

Esta provincia es agraria y agroalimentaria o no es nada, se ha dicho mil veces. Pues eso, tenemos un clima afilado que hace que lo que más tenemos, o sea terreno, no reviente graneros, pero sí que dé unas materias primas inmejorables. Pues vamos a decirlo, a gritarlo al mundo: esto es un paraíso agroalimentario que ayuda a una longevidad extrema. Quien come Zamora, come gloria.

El Amazon local podría, por extensión y pasado un tiempo, acabar vendiendo todas las exquisiteces que se alimentan de los limos del Duero y dar empleo a un buen puñado de jóvenes zamoranos con ganas de proyectarse al mundo. Mimbres tenemos para hacer cestos.