Los dígitos del título corresponden al código postal de, entre otras, la calle Magistral Romero. Una de las pocas calles comerciales que le quedan a Zamora, en vista de la situación de San Torcuato y de la deriva de Santa Clara. Una calle que hay que mimar como a todas las demás, para que no pierda su esencia, para que vuelva a llenar los locales ahora vacíos y, sobre todo y ante todo, para que no cierren los locales ya existentes. Zamora no se puede permitir más cierres, más traspasos, que dejan a los negocios sin alma, es decir, sin sus propietarios y sus trabajadores.

Para ello se necesita, entre otras muchas cosas, un Ayuntamiento comprometido, un Ayuntamiento que responda, un Ayuntamiento que atienda convenientemente las llamadas de los ciudadanos y en lugar de responder con el silencio, responda con hechos, con servicio y con la ayuda que le demandan que, en este caso, no es económica. Se quejan los propietarios de los distintos establecimientos y algunos vecinos, de las ratas, como conejos o como gatas preñadas, que deambulan por la calle a su antojo, ratas que salen de una alcantarilla en concreto, en busca de lo que encierran los contenedores.

No se puede entender lo que ocurre con esos lugares de almacenaje de residuos que deberían estar soterrados y a distancia de los portales y los comercios. Y ocurre que se sacan desechos, concretamente de pescado, por supuesto que de fruta y de carne de un determinado establecimiento, desechos que constituyen un atractivo para estos roedores que deben estar bien alimentados viendo el tamaño con el que parecen desafiar a quienes pasan por la zona. En otras capitales de provincia, a este tipo de establecimientos se les pone un horario, obligándoles a respetar unas normas que en lo que a Zamora respecta no existen.

Y si fuera solo eso. Resulta que el pavimento está que da asco. Me refiero a las aceras, hay una hondonada de tal calibre en la acera situada frente al Pasaje de Olmedo, hacia la esquina con la Avenida en la que, lamentablemente, ya han tropezado numerosas personas. Gracias a Dios no ha habido que lamentar daños físicos pero, ¿hasta cuándo va a durar la buena suerte de los peatones? La calle, en general, necesita atención municipal urgente. Doctos y sesudos expertos tiene la concejalía pertinente, como para darse un garbeo por la zona y comprobar in situ que es cierto todo lo que aquí revelo.

Los comerciantes, los que, religiosamente, pagan impuestos al Ayuntamiento, están hasta el gorro de semejante situación. Tienen más razón que un santo porque, semejante escenario, aleja a los compradores.